Victoriano Rubio Beteta, propietario del Mesón Real, ha recibido el Tenedor de Oro 2018 -máximo galardón de la hostelería torrevejense- como un reconocimiento a su trayectoria. Desde hace 19 años está al frente de su mesón, pero fue en 1974 cuando llegó a Torrevieja desde Mallorca donde había trabajado en un hotel. Unos años antes salió de su localidad natal de Nerpio (Albacete). Al instalarse en Torrevieja comenzó a trabajar en el Restaurante Cabo Roig y posteriormente estuvo en el Hotel Berlín durante casi una década. En 1983 comenzó a trabajar por cuenta propia arrendando el Restaurante La Fortaleza en Vistabella durante siete años. Después dirigió el burguer Macdolar, el Buffet Playa del Cura y el Restaurante La Bodeguilla hasta que adquirió el Mesón Real.
Vista Alegre.- ¿Qué te ha supuesto este galardón?
Victoriano Rubio.- Es una gran alegría y satisfacción ver como tus propios compañeros te reconocen una trayectoria de toda una vida trabajando en la hostelería. Se siente uno orgulloso y contento de pensar que se ha visto lo que has hecho.
V.A.- Para trabajar tantos años en la hostelería hay que querer al sector, ¿no?
V.R. Pues sí, pero también una vez que te habitúas tiene su encanto a pesar de muchos sacrificios como trabajar los sábados, domingos y festivos. Se vive un poco la noche, estás alternando con la gente, se habla con el público y no es como en otros trabajos que estás solo todo el tiempo. Se puede decir que además de estar trabajando estás viviendo la vida un poco y aunque también te llevas algún disgusto, al final te quedas con lo bueno que te ha pasado.
V.A.- Tu paso por Cabo Roig y el Berlín fue como ir a una escuela de hostelería.
V.R. La verdad es que sí porque toda la gente que trabajábamos en esa época, sobre todo en el Berlín, teníamos el afán de conseguir un día nuestro propio negocio. Un ejemplo en mi época fue José Antonio Vilella que abrió en 1976 el Bahía y después siguieron José el de Barlovento, Pedro el del Bar Torrevieja, Manolo Sánchez que abrió su cervecería. También un poco antes lo hicieron José el del Patio Andaluz y Eugenio el del Luz Mar. Allí nos formamos porque Ramón Giménez era un hombre adelantado a su tiempo y hacía innovaciones que no eran conocidas aquí. Todo nos motivó.
V.A.- ¿Qué queda de aquella hostelería de Torrevieja?
Ahora es muy diferente. Antes los bares eran un punto de encuentro al que iba la gente a tomarse el vermú de mediodía, se hablaba de fútbol, de toros… todo eso se va perdiendo, nos hemos hecho más internacionales. Torrevieja era un pueblo y los bares se vivían de forma diferente, la gente ya no va a pasar un rato al bar. Los móviles también han contribuido al cambio y eso lo veo yo en mi restaurante. Viene una pareja a comer y no se dirigen la palabra, están mirando sus teléfonos. Han cambiado mucho las costumbres.
V.A.-¿Cómo recuerdas la primera vez que viniste a Torrevieja?
V.R. Pues como anécdota siempre cuento que la primera vez que vine lo hice aquí mismo donde se encuentra mi restaurante que era el Cine Gloria. Quién me iba a decir a mí que con 18 años que tenía con el tiempo esto sería mi casa. Siempre recuerdo aquella primera visita que hice para ver el cine acompañado de Emilio Álvarez, hermano de José del Barlovento. Muchas veces pienso sobre esto.
V.A.- El tenedor de oro te llega como un reconocimiento a una vida de dedicación a la profesión.
V.R. Prácticamente sí porque ya voy camino de la jubilación, pero me ha dado mucha alegría porque aunque no he hecho mucho ruido, veo que hay gente que se ha dado cuenta que estoy aquí. Empecé a trabajar el 20 de diciembre de 1970 y hasta hoy, quitando algunas vacaciones que he tenido -aunque no en exceso-, no he faltado un día. ¡Ah, salvo el año y medio de la mili!
V.A.- ¿Estos días desde que se conoció tu premio han sido especiales? ¿A quién se lo dedicas?
V.R. Han sido días muy diferentes y muchísima gente me ha felicitado, algo que me alegra mucho. Se lo dedico a mis hijas y sobre todo a mi mujer, Puri, con la que estoy desde que ella tenía 14 años y yo 16. Los dos hemos luchado mucho y siempre me ha apoyado. Ella me ha hecho avanzar, quizá por su carácter alegre y porque ha sido mi tabla de salvación.