De toda la vida: Bar “El Ché”, desde 1880

Uno de los establecimientos más antiguos de Torrevieja y que permanece en activo desde su primer dia es el Bar “El Ché”, el cual abrió sus puertas en el año 1880 y por tanto está próximo a cumplir 140 años de existencia. Para conocer su historia, su presente y sobre todo su pasado, hemos estado compartiendo unas horas con sus actuales propietarios, Domingo García Serna “el Ché” y su esposa, Ángeles Vega Gómez. Domingo nos explica los orígenes del bar, que fue fundado por su bisabuelo, Cayetano, natural de Crevillente, quien se casó con la torrevejense Teresa, que fue la encargada de cocinar, haciendo las tapas que le dieron fama en la cocina que estaba situada frente al bar, en la calle Ramón Gallud. El bar estaba ubicado en la calle Orihuela esquina a calle Ramón Gallud y durante muchos años fue llamado “Bar Orihuela”, aunque popularmente siempre fue el Bar de “el Ché” porque su fundador crevillentino siempre tenía la palabra “ché” como latiguillo recurrente. Por esa razón, los torrevejenses lo bautizaron como “el Ché” rápidamente. Cayetano, al llegar a Torrevieja, fundó la “Horchatería del Tío Tano”, que estaba situada en el paseo de Vista Alegre, junto al Miramar y de la que hay muestra gráfica en las primeras fotografías antiguas del citado paseo en aquellos lejanos veranos. Esta horchatería marcó toda una época en Torrevieja. Cayetano estuvo compaginando durante varios años tanto la horchatería como el bar. Su nieta estriaba las chufas de los sacos, una por una, y las que estaban picadas se tiraban. Así que la calidad de aquella horchata era famosa entre los veraneantes y torrevejenses. Tanto es así que los socios del Casino enviaban, por una propina, a los camareros para que les trajeran horchata. Aquellos vasos del jugo de la horchata y también de los helados artesanales, desfilaban constantemente en lo alto de las bandejas de los camareros por todo el paseo de Vista Alegre.
A Cayetano le sucedió su yerno, Francisco García Martínez, “Paco el Ché”, abuelo de Domingo, quien regentó el bar junto a su esposa, Teresa Juan Asensio “la Tana”, los dos torrevejenses, y, como sus antecesores, se dividieron el trabajo tanto en el bar como en la casa. Los continuadores fueron Cayetano Juan Torregrosa, natural de Melilla, y Concepción García Juan, tíos de Domingo, y sobre todo ella, Concha “La Tana”, que hace tan sólo unos pocos años que falleció. Ella era sobrina de los fundadores del bar y quien cedió el testigo a sus sobrinos hasta la actualidad. Antes también estuvo trabajando en el bar el padre de Domingo, Francisco García Juan, que lo dejó con los años para abrir el Bar “La Paz” en la calle Campoamor, más abajo de donde hoy está el bar “Miño” de esa misma calle.
El bar estuvo hasta 1992 en su emplazamiento original de la calle Orihuela y de allí se trasladó unos metros en la misma calle hasta la esquina de la calle Gabriel Miró. Al abrir allí sus puertas, recibió el nombre popular con que ha sido conocido este bar entre los torrevejenses, “Bar el Ché”. Fue Carlos Casamayor Irles quien le pidió a Domingo García que le pusiera el nombre popular. Allí estuvo hasta el año 2004, cuando se trasladó al actual emplazamiento de la calle Gabriel Miró, 53 (junto a Torreguía), y permanece abierto al público desde las seis de la mañana hasta las 12 del mediodía; por tanto, se ha especializado en desayunos.


El bar fue conocido desde sus orígenes como “el bar de los salineros”. Muchos de ellos acudían diariamente a tomar el café, la paloma, el canario y otras bebidas de aquellos tiempos como el vermut casero con sifón, que también era muy reclamado por los clientes. Lo cierto es que siempre fue un bar muy cafetero, como lo sigue siendo. En el actual establecimiento, se puede observar un objeto perteneciente al primer bar que es toda una joya, un tesoro. Se trata de la olla que tuvo el bar en sus primeros años, con un hornillo incorporado, que servía para mantener caliente el café, ya que en realidad era de puchero. Miles de cafés se sirvieron gracias a este medio a los madrugadores clientes que acudían, algo que sigue siendo marca de la casa. En aquellos tiempos, los madrugadores eran sobre todo los salineros, pero también los pescadores, albañiles y también los guardias municipales. En la actualidad todavía queda un salinero que cada día acude al bar como cliente fiel y heredero de tantos miles, es Vicente Vera López “El Pulga”.
Muchos años después de la apertura, se incorporó la tecnología a la hora de servir el café. Llegaron las máquinas de palancas y en la actualidad lo son completamente eléctricas. Así lo recuerda Domingo, quien cuando empezó a servir café era tan pequeño que no llegaba a la altura de las palancas, de los brazos de la cafetera y para ello se subía encima de una caja de cerveza de las que entonces eran de madera, se agarraba y bajaba los brazos con todas sus fuerzas hasta el tope. Como el propio Domingo dice, “ahora le das a un botonico y sale el café”.
Famosas fueron sus tapas como las empanadillas, las croquetas de bacalao, las almejas fritas con y sin tomate, la ensalada de pulpo, el sangochado de sepia, las tradicionales almendras fritas. Gambas, langostinos, cigalas y almejas vivas de la bahía de Torrevieja, de la playa del Acequión. Eso por la mañana, y por las tardes, las buenas ollas de caracoles que se vendían como churros, “pajaritos fritos”, patatas asadas, guisados de codorniz… Domingo recuerda a su tía Concha al frente de la cocina haciendo toda esta variedad de tapas.
A sus 66 años, Domingo García Serna continúa al pie del cañón y espera seguir haciéndolo muchos años más, aunque no descarta que pueda ser relevado por la quinta generación familiar, que, a lo largo de la historia, ha estado salpicada de “yernos”. Que así sea.