Francisco Requena Amoraga sintetiza dos siglos de historia de la costa valenciana

En la apertura del XII Ciclo «Torrevieja y el Mar»

En su sede habitual del Palacio de la Música, y con la colaboración del Instituto Municipal de Cultura, la asociación Ars Creatio inauguró el XII Ciclo «Torrevieja y el Mar». El viernes 20 de septiembre, a partir de las ocho de la tarde, se impartió la primera de las conferencias, con el título de El corso turco-berberisco durante los siglos XVI y XVII y su incidencia en las costas de Torrevieja.
Ana Meléndez, secretaria de la asociación, presentó el acto con una mención a las próximas actividades que desarrollará Ars Creatio: la ruta teatralizada por la historia de las salinas (5 y 6 de octubre) y la publicación del número 56 de su revista digital (11 de octubre).
Francisco Requena comenzó su conferencia con datos históricos sobre el fenómeno corso berberisco, que hunde sus raíces en la baja Edad Media, como un tipo de guerra no declarada y con los países beligerantes en teórica paz. No sólo imperaba el corso musulmán, pues también los castellanos asolaban las costas, y tampoco era extraño que los propios valencianos se dedicaran al corso contra sus paisanos. Algunos trabajadores en otros oficios lo veían como un medio de negocio y sustento. La primera de las torres vigía de nuestro litoral es la de Cap de l’Aljub (actual Santa Pola), que en 1284 ya estaba en servicio. Durante siglos se sucederán los continuos «rebatos» (alarmas por ataques de moros) en las costas valencianas. En lo que respecta a nuestra localidad, Jaime II autorizó en 1312 construir la torre de Cap Cerver (donde hoy se ubica la reformada torre del Moro). Se construyeron muchas más por el litoral valenciano.
Los sucesivos reyes cristianos desplegaron diversas estrategias contra el corso, consistentes en sucesivos ataques o defensas según las circunstancias. Al fallecer Fernando el Católico, el cardenal Cisneros llevaría la guerra al norte de África. Sin embargo, las expediciones españolas no tendrían éxito. Aruj Barbarroja (que ocupó el trono argelino) y luego su sucesor, su hermano Jeireddín, extendían el terror por las costas mediterráneas. Al unirse a él otros corsarios, su flota puso en jaque durante mucho tiempo a la Armada española. El rey Carlos I trataría de atacar al turco en su propio territorio, tomando unos enclaves importantes como Túnez. Poblaciones como Alicante, Elche, Villajoyosa o Guardamar continuaban sufriendo asedios. Carlos I fracasaría en su intento de tomar Argel, la ciudad corsaria, en una época en la que Francia era aliada del Imperio otomano.
Mediado el siglo XVI acaecieron los peores años para nuestras costas, que seguían siendo objeto de constantes ataques corsos. Entonces primaría la organización defensiva de Valencia, con disposiciones de los virreyes a tal fin. El duque de Maqueda ordenó construir más torres vigía, entre ellas la Nueva de Cabo Cervera. Los turcos llegan en 1558 a Baleares, con su ataque a Ciudadela. En el posterior enfrentamiento, las tropas españolas fueron diezmadas, con lo cual las costas quedan sin protección. Juan Bautista Antonelli sería el nuevo encargado de organizar la defensa, aunque el proyecto, a causa de su alto coste, es abandonado. Las potencias cristianas se alían en la Liga Santa, liderada por Juan de Austria, contra el turco, al que logran contener en Lepanto (1571). Pero tras un contraataque se equilibran las fuerzas. El marqués de Mondéjar reorganiza el sistema defensivo con el sistema de ayuda mutua: los pueblos están prevenidos para socorrer a sus vecinos llegado el caso. Vespasiano Gonzaga emprendería una nueva política de fortificaciones, en la que destaca la organización de las compañías de caballos, pues eran los primeros en acudir al socorro.
Ya en el siglo XVII, la penuria económica redunda en la defensa. Al no haber dinero para pagar a los soldados, éstos han de buscarse la vida en otros menesteres y abandonan la vigilancia. Francisco de Sandoval, marqués de Denia, reestructura el sistema defensivo con la milicia efectiva, semejante a la guardia nacional: los vecinos alistados sólo cobraban salario cuando salían en campaña. El conde Paredes da otras órdenes para la defensa, poniendo especial interés en el personal de las torres, que trabajaba por turnos y que tenía prohibido cualquier tipo de distracción (libros, guitarras, mujeres…). En caso de rebato, se encendía un fuego de aviso para alertar a las torres vecinas.
Francisco Requena terminó su conferencia con la lectura de un curioso documento, que recoge unas palabras del conde de Elda en su visita en 1685 ala Torre Vieja, tan arruinada que no puede reconstruirse, de la que afirma que en realidad no era una torre sino una casa fuerte para recogerse de noche la gente que trabajaba en las salinas. Situando este testimonio en el contexto adecuado, en cualquier caso abre una interesante vía de investigación.
El ponente —que hizo hincapié en que su enumeración había sido escueta, dado que se dispone de amplísima información documental— se refirió a su novela Entre moros, cristianos y corsarios, publicada hace dos años, y que despertó el interés del público asistente, que se llevó numerosos ejemplares firmados por el autor. El relato trata sobre la convivencia de ambas religiones en Callosa d’En Sarriá.
Al término de la conferencia, Josefina Nieto, presidente de Ars Creatio, entregó a Francisco Requena el logotipo de la asociación elaborado por Hugo Pamies, con impresora de tres dimensiones. Asistieron al acto, entre otras personalidades destacadas de la cultura local, el concejal José Antonio Quesada y el cronista oficial, Francisco Sala Aniorte.