El concierto del pasado sábado por la noche de la Unión Musical bajo la batuta de Carlos Ramón Pérez en el Auditorio Internacional resultó una combinación perfecta. El programa, muy ambicioso, no desafiante intelectualmente, interesante y en ningún momento
aburrido. El plato fuerte del concierto fue, sin duda, la actuación del destacado clarinetista belga David Van Maele, quien ya por segunda vez en Torrevieja presentó sus cualidades de solista en la obra compuesta y dedicada para él, por el joven compositor español y alicantino Óscar Navarro.
Vale la pena señalar que la primera actuación mundial de esta obra tuvo lugar precisamente en Torrevieja hace un año, en una versión con la orquesta sinfónica, bajo la dirección del mismo compositor.
El concierto nº3 para clarinetes en mi-bemol y si-bemol de Óscar Navarro es un ejemplo claro de una obra de los sonidos picantes, equilibrada, amena y gratificante para el solista, la banda y el público también. En este sentido, David van Maele no desperdició la oportunidad, al presentar un sonido robusto, sólido y con la facilidad en recorrer todos los registros de sus dos instrumentos. El solista fue un espectáculo en sí mismo. Nunca queda quieto, tocando el clarinete con movimiento corporal en un estilo dramático y una intensidad inquebrantable. Gracias a su enorme talento, musicalidad, carisma, comunicación y una versatilidad poco común, David Van Maele destaca cómo una personalidad excepcional. El diálogo con la Unión Musical Torrevejense bajo la dirección de Carlos Ramón Pérez interpretado con toda la intensidad, expresividad y el ánimo que aborda la obra, había mantenido al oyente en total suspenso.
Fue sorprendente cómo las obras presentadas durante el concierto encajaron perfectamente en el programa. La Unión Musical dio al público una noche muy hermosa, presentando composiciones musicales con el tema del niño en el papel principal. Memorable fue la ejecución de la “Suite Sencilla” de Santiago Quinto -una suite alegre, de mucha frescura sonora e interpretada con la ligereza y el encanto de “quasi una música de ballet”-. Con espectaculares contrastes dinámicos, delicadeza y un sonido majestuoso, los músicos impresionaron también al interpretar las piezas de la segunda parte. Un fabuloso ejemplo de exponer un crescendo y diminuendo espectacular tenía lugar en la pieza de Percy Granier -“Children March”- música hermosa en su simplicidad. Para los solistas de la UMT fue una gran oportunidad de lucir con linda calidad de sonido, al interpretar la tercera parte de la Sinfonía nº3 de James Barnes -“Para Natalie”-, un movimiento de carácter nostálgico y trágico con precioso coral de los metales en la parte central.
Para finalizar el programa, la banda iinterpretó la obra de Bert Appermont, titulada “Celtic Child”, dedicada a los niños. A través de los tres movimientos de este fantástico trabajo, el compositor presenta el mundo infantil y la vida de los niños, terminando con una giradora y animada danza celta. A pesar de la versión sin coro, la interpretación contó con la voz de la jovencita cantante María Shishkareva que fue muy enérgica, potente, precisa y condujo hacia la gloriosa conclusión de la velada, que no pudo terminar sin una propina.