Una vez que ya ha pasado el día de nuestra querida patrona me gustaría aprovechar estas líneas para rendirle mi humilde homenaje, y cómo no, con un pedacito de Historia en la que la Inmaculada Concepción fue la protagonista.
Muchos de ustedes sabrán mucho mejor que yo qué se celebra cada 8 de diciembre y por qué ese día en concreto, pero como siempre puede quedar alguien que pueda no saberlo voy a tratar de explicárselo de una manera “rapidica” y sencilla. Al menos ese va a ser mi objetivo.
Corría el año 1854, y a un Papa muy majo llamado Pío IX se le ocurrió la feliz idea de promulgar una bula en la que se venía a decir, más o menos, que María, la madre de Jesús, es la única persona en la historia de la humanidad que vino al mundo sin el pecado original que el resto de los mortales ya llevamos en la mochila nada más nacer. De ahí que su nombre sea el de Inmaculada Concepción.
Pero este gesto papal no hacía sino corroborar algo que ya venía venerándose desde siglos atrás, pues muchos reyes y corporaciones ya llevaban la imagen de esta virgen como emblema: en 675 el monarca visigoda Wamba se reconoció como el “defensor de la Purísima Concepción de María”; Jaime I, el emperador Carlos I o su hijo Felipe II también fueron grandes devotos; incluso el borbón Carlos III creó una orden en su nombre.
Así, España celebra la Inmaculada Concepción como patrona desde 1644, pero ¿por qué el 8 de diciembre? Pues se debe a un “milagro” ocurrido en la batalla de Empel, en el que tropas españolas salieron victoriosas tal día de 1585.
Los territorios de la que aún no era España se encontraban inmersos en la Guerra de los Ochenta Años. Tanto años duró como una de nuestras provincias en los Países Bajos, Flandes, tardó en independizarse ¿les suena de algo esto de la independencia? Sí, al lado de estos en Cataluña son unos aficionados. Continúo: pues en tal contexto, un 7 de diciembre uno de los Tercios españoles, compuesto por unos 5.000 hombres, combatían en la isla de Bommel, situada entre dos ríos, y donde estaban bloqueados por una escuadra entera de navíos. La situación del Tercio era extrema, ya que al cerco había que sumarle la escasez de víveres y ropajes secos.
El almirante enemigo les propuso una rendición honrosa pero los españoles, con el pecho hinchado de ese estúpido orgullo que muchas veces nos hace ser más tontos que un apio, prefirieron morir a capitular, por lo que, ante tal respuesta los flamencos abrieron los diques e inundaron el campamento del Tercio, que tuvo que refugiarse en un pequeño monte llamado Empel. Dispuestos a defenderse con uñas y dientes, mientras excavaban una trinchera un soldado encontró una tabla con una imagen de la Virgen María pintada, y la colocaron en un improvisado altar y al que rezaron durante la noche.
Sus plegarias parecieron ser escuchadas, pues esa noche se desató un viento inusualmente helado que congeló las aguas que los rodeaban. De esta manera, los españoles marcharon sobre el hielo y atacaron por sorpresa a la escuadra flamenca durante el amanecer del 8 de diciembre obteniendo una victoria aplastante. Incluso el almirante enemigo dudó si “Dios no era español”.
Aquel mismo día la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, y siguiendo esa tradición castrense, en 1892 la Reina Regente María Cristina de Habsburgo también la declaró patrona del Cuerpo de Infantería del Ejército de Tierra Español.
Y ¿por qué es la patrona de Torrevieja? En 1789 el Obispo de la Diócesis de Orihuela creó una ermita para ayudar a la Parroquia de La Mata como asistencia al incipiente núcleo de población pesquera que estaba surgiendo en torno a la Torre Vigía, y esa ermita quedó bajo la advocación de la Purísima Concepción igual que otra antigua ermita que existía allí desde 1615 y que había sido destruida un año antes, en 1788.
No quisiera terminar este repaso histórico sin felicitar, aunque con retraso, a todas las Inmas, Macus, Inmaculadas, Conchas, Conchis y Conchitas de mi querida Torrevieja.