Dice que cantar es lo más natural que sabe hacer, que intentó dedicarse a otra cosa pero que no pudo, o mejor dicho, no quiso. Y menos mal, porque si algo sabe hacer esta soprano ligera es comunicar emociones con la voz.
Laura Martínez Boj comenzó en la música de una manera tan espontánea que sus recuerdos se difuminan. Hija y nieta de músicos, su violín, el que antes fue de su abuelo, ya le estaba esperando cuando nació. Con él descubrió a Vivaldi, el responsable de su amor por la música antigua, y con los años, a pesar de haber estudiado psicología y ejercer en varias asociaciones, se dio cuenta de que su lugar seguía en la música. Y ahí se enfrentó a “la montaña”, la del futuro, la incertidumbre y la incomprensión. Pero ella lo tenía claro, iba a rescatar su pasión.
Empezó a cantar con cuatro años en el coro de sus padres, el ‘Maestro Casanovas’, y luego estudió violín y piano hasta que se decidió por el canto. Se ha formado vocalmente en los Conservatorio de Murcia y Ginebra y hace dos años, mientras vivía en Suiza, cada fin de semana cogía un avión para cursar un máster de música antigua en la Escola Superior de Música de Catalunya -ESMUC-. Estos días ha hecho un hueco en su agenda -acaba de llegar de Suecia y prepara el repertorio del concierto que ofrecerá el 25 de junio junto a la Mediterranean Symphony Orchestra en el Auditorio de Torrevieja- para hablar con Vista Alegre.
Vista Alegre.: Llevas distintos proyectos en marcha. Cuéntanos con qué estás ahora.
Laura Martínez.: Hice unas audiciones en Milán y entré en el grupo ‘Accademia d’Arcadia’ con el que vamos a grabar un disco de música inédita de Alessandro Grandi. Y en Barcelona estoy con ‘Cantos del aire’, con un grupo de polifonía barroca, colaboro con el coro ‘Francesc Valls’ de la Sagrada Familia de Barcelona, estoy en un grupo de música antigua y en el grupo ‘Arte Psalentes’. También canto con el grupo de la antigua capilla de Murcia.
V.A.: Tanto proyecto se traduce en muchas horas de estudio y muchos kilómetros, ¿no?
L.M.: Sí, viajo mucho y me encanta. Esta profesión es así y más en el mundo de la música antigua porque vas cantando con formaciones diferentes y haces proyectos por un lado y por otro.
V.A.: ¿Cómo surge ‘Cantos del Aire’?
L.M.: Mi compañero y yo nos conocimos en la ESMUC y un día me propuso montar un repertorio de tangos y ensayando me dice: “Qué bonitas son las canciones de Falla, ¿te las sabes?”. Y empezamos a cantarlas y tocarlas y nos dimos cuenta de que sonaba genial y que quizá era eso lo que teníamos que hacer. Juntos funcionamos muy bien y en música no es fácil que pase.
V.A.: Tenéis un vídeo precioso cantando en una terraza y tiene un intimismo que recuerda, de alguna manera, al fado.
L.M.: Sí, porque es un repertorio muy personal. Ahora hemos evolucionado y estamos haciendo obras del primer romanticismo, de Fernando Sor, Granados, y con ese repertorio me siento más cómoda porque estamos tirando hacia atrás en el tiempo.
V.A.: Marta Almajano, Isabelle Enriquez, José Ramírez y Pilar Páez han sido tus profesores y te han acompañado en este largo camino formativo. Ser músico requiere mucho esfuerzo y constancia.
L.M.: Es un sacrificio enorme porque son muchísimas horas de estudio y pruebas hasta llegar a un nivel en el que ya no te pones histérico. Para controlar la presión tienes que tener mucho control de ti mismo. Pero quizá lo más duro sea la sociedad, lo que tienes alrededor. Que tu familia y amigos comprendan que quieres ser músico profesional es difícil porque no es lo mismo ser docente, que tienes cierta estabilidad, que buscarte la vida haciendo conciertos y viajando. Aquí hay meses que tienes muchos conciertos y otros que tienes menos, y esto es difícil de entender y aceptar por la gente que te quiere y se preocupa por ti. Respecto a lo de estudiar, no me importa, yo puedo ser la eterna estudiante. Pero sin mis docentes nada hubiese sido posible. Pilar fue mi primera profesora, con José me formé en el grado profesional, con Isabelle me centré en la técnica vocal y a Marta le debo tanto… Ella ha sido fundamental en mi carrera y en mi especialización.
V.A.: Tenías un trabajo estable como psicóloga y decidiste arriesgar.
L.M.: Es cierto que yo me he tirado a la piscina. Podría haber seguido trabajando de psicóloga y me arriesgué, me di cuenta de que tenía que luchar y de repente me sentí delante de una montaña que tenía que escalar sola. Eso ha sido duro, muy duro.
V.A.: ¿Por qué te especializaste en música antigua?
L.M.: Por las características de mi voz, la música antigua es donde más cómoda me siento. En Ginebra hacía clásica y estaba muy centrada en la técnica vocal, pero el amor por lo barroco me viene de antes. Con 12 años toqué el ‘Concierto para violín en la menor’ de Vivaldi y me impresionó tanto que en casa me ponía sin parar los discos de Vivaldi. Para mí es el maestro. Meterme en el máster y formarme con Marta ha sido la mejor decisión de mi vida.
V.A.: ¿A quién te gusta cantar?
L.M.: A Monteverdi. En febrero canté ‘El Lamento de la ninfa’, mi obra favorita, y fue como transportarme a otra época. No sé, hay una emoción que solamente puedo sentir cuando canto. Es una experiencia muy fuerte transmitir al público una emoción que fue escrita en el siglo XVII.
V.A.: Es que al final eres una comunicadora…
L.M.: Es cierto, los artistas somos comunicadores de emociones y yo no sé hacer nada más natural que cantar.