El mundo encantado de Vivaldi y Piazzolla

                                       Antoni Jakubowski – Crítico musical

 En la literatura musical existen obras que se han convertido en símbolos de la música clásica, e incluso han sido anexadas por la cultura pop. A este grupo podemos incluir, sin duda, el ciclo de cuatro conciertos de Antonio Vivaldi denominado “Las Cuatro Estaciones”. Desde mediados del siglo XX, estos conciertos han dominado la imaginación y emociones de generaciones de aficionados clásicos y populares. En sus conciertos, A. Vivaldi combinó virtuosismo con la dosis necesaria de reflexión, el lirismo es con bravuconería, la alegría se mezcla con la tristeza y despreocupación con seriedad. Aunque la estética barroca fomentaba cierta exageración, A. Vivaldi supo equilibrar perfectamente los afectos individuales en esta obra maestra.

 Casi 250 años después, el gran maestro argentino Astor Piazzolla, cuyo nombre suena hoy cómo sinónimo del tango, asumió un desafío artístico similar. Sus “Estaciones” fueron compuestas, para un conjunto completamente diferente, pero esto no fue el final de la encarnación de las “Estaciones” en la música, ya que unos 30 años después el compositor ruso L. Desyatnikov arregló “Las Cuatro Estaciones Porteñas” de A. Piazzolla para el violín solo y la orquesta de cuerda. Desde este momento es difícil escapar de las comparaciones y competencias entre Las Cuatro Estaciones de A. Vivaldi y “Las estaciones Porteñas” de A. Piazzolla, pero una cosa llama la atención – en el contraste con un ambiente casi idílico de la obra vivaldiana, las “Estaciones Porteñas” quedan lejos de la programación, siendo principalmente basadas en las emociones y al pulso del tango. Un oyente atento notará también en el “Verano” de Piazzolla unas reminiscencias del “Invierno” de Vivaldi, ya que en el hemisferio sur todo sucede al revés.

La Orquesta Sinfónica de Torrevieja, esta vez compuesta de puras cuerdas, bajo la dirección del maestro José Francisco Sánchez decidió presentar el pasado sábado día 8 de mayo la suma de las dos obras maestras, invitando cómo solista a la carismática violinista Elena Denisova – indudable, la mayor expectación y atracción del concierto. ¿Con qué actuación tuvimos la ocasión de encontrarnos?  –   La ejecución de la violinista no pudo parecer indiferente ni por un momento. A pesar de su temperamento incontenible y tal vez la habilidad de imponer la técnica sin frenos, el gusto de la solista no le permitía exponer los tiempos más rápidos o exageradamente rápidos, tan de moda y de una tendencia interpretativa presente en los últimos años pero, después de todo, una gran pasión y experiencia de Elena Denisova había podido dominar la relación con los presentes – relación, en la que la inteligencia musical le permitió jugar con la música, al mismo tiempo mostrando su grande musicalidad, personalidad y calidad sonora de su precioso instrumento. Personalmente considero la actuación de E. Denisova muy clásica – (lo contrario a la moderna), ofrecida con una emoción e intensidad y mantenida durante todo el tiempo de una buena calidad digna de admiración. Quizás, lo único desfavorable que se notó fue una cierta escasez de tensión en la obra de Vivaldi.

 Es justo mencionar que Elena Denisova contó con la complicidad absoluta de las cuerdas de la OST bajo la dirección del maestro José Francisco Sánchez, quien demostró sensibilidad, controlando en todo momento la dinámica del conjunto, para así conceder el máximo protagonismo sonoro de la solista, permitiendo, a la vez, disfrutar de la ejecución y de la música en sí misma. Mención especial merece el fascinante sólo de la cellista Alicia Avilés en el “Otoño” de Piazzolla. El público emocionado obligó a los ejecutantes a regalar una propina. Cómo el agradecimiento Elena Denisova y la Orquesta con el maestro José Francisco Sánchez ofrecieron una preciosa interpretación de “Oblivion” de Astor Piazzolla.