A una semana de comenzar las clases no sabíamos ni dónde y ni cómo impartirlas. Sin centro y sin horarios en el curso más incierto, extraño y complejo de organizar: el curso del Covid.
El Palacio de la Música ha resultado ser el lugar menos idóneo como sede de un conservatorio ante la situación insólita a la que nos enfrentábamos. Sin apenas ventanas, con pocas aulas, la mayoría pequeñas, con clases de instrumentos de viento, como clarinete, oboe, trompeta o flauta, además de orquesta, música de cámara, conjuntos y coro con ¡40 niños cantando en plena pandemia!: imposible.
Gracias a la intervención del concejal de Educación, se nos cedieron aulas en el CEIP Ciudad del Mar, y con el apoyo de Cultura, dispusimos de un imprescindible conserje. Y así comenzó el año académico, tremendamente complicado para toda la comunidad educativa en general, más para los centros de enseñanza musical y, un poco más si me lo permiten, para nosotros: el Conservatorio Profesional Francisco Casanovas de Torrevieja con alumnos, padres y profesores haciendo malabares por llevar un curso lo más parecido a “normal”.
Comenzamos organizándonos simultáneamente entre dos centros, separados por varios kilómetros, con horarios encajados como un Tetris en nivel 10, con clases presenciales, semipresenciales y telemáticas, con una normativa Covid-19 en constante adaptación, según la preocupante e inestable situación sanitaria.
Iniciadas ya las clases, nos fuimos dando cuenta de los resultados de impartir la mitad del curso anterior ante una pantalla. La conclusión es bien sencilla: nada mejor que el contacto humano en las aulas. También observamos que, al estar sin otras actividades extraescolares nuestros alumnos disponían, en teoría, de más tiempo libre, y, sin embargo, rendían mucho menos. El Covid ha hecho mella en todos. Es obligada la referencia a los padres y madres. Nuevamente tenemos que agradecerles su colaboración adaptándose a tantas incomodidades y cambios de horarios.
A los vecinos del Palacio de la Música, mejor ni recordarles el año que, inevitablemente, les hemos dado con las ventanas abiertas sonando todos los días, sí o sí, escalas y “pitorrás”.
La pandemia ha acelerado en todo el país y, claro, en nuestra localidad una obligada modernización tecnológica. Desde la dirección del conservatorio, en unos meses hemos tenido que dar un triple salto mortal con pirueta lateral para poner en marcha una gestión diferente con cinco nuevas plataformas o programas, comenzando por el Ítaca y el Ítaca 3. Sin duda alguna, maldecido por la dirección de todos los conservatorios en estas fechas, en los que se ha hecho famosa la frase: “atacás con Ítaca”.
Comenzamos con un ordenador útil (ya tenemos tres) para la inmensa tarea que se nos venía encima: trasvasar, uno a uno, todos los datos de todos los expedientes del alumnado del antiguo programa de Conselleria al adaptado para conservatorios y empezar a manejarnos con él, un programa en la nube simplemente desquiciante (generar las actas finales para poder imprimirlas llevaba varias horas). La junta directiva y el administrativo hemos estado dándolo todo para salir adelante. Y aprovechamos la ocasión para sumarnos a la causa común: en los centros educativos, la gestión administrativa y burocrática de sus responsables y profesores es terrible.
A partir de marzo fue mejorando la situación, pero claro, sin estímulos fundamentales a los que ya estamos acostumbrados: la vidilla del centro. Se organizaban unas 30 audiciones anuales, intercambios con otros conservatorios, conciertos escolares, cursillos, el concierto de Santa Cecilia y, por supuesto, los musicales, que movilizan a la mayor parte de los casi 300 alumnos y a profesores.
Hemos llegado al final. Ahora, incluso con alguna audición interna y con un gran premio: poder disfrutar del Acto de Graduación 2021, al que sólo pudieron asistir los profesores y la familia de convivientes de cada uno de los diez magníficos que finalizan sus estudios de Enseñanzas Profesionales: J. Gregorio Hernández (piano), Jon Alonso y Sofía Ibáñez (guitarra), Vitalii Synchuk (violín), Jéssica González (trompa), Daniel Viteazu (saxofón), Paula Iglesias e Irene Noguera (flauta), Eduardo Torrecillas y Lucía Rodríguez (clarinete). A estos se sumaron algunos del año pasado que no tuvieron graduación oficial: M. José Espinosa (flauta), Verónica Missis (violonchelo), Sarai Soler (saxofón) y Ana Belén Bengoa (oboe). A todos ellos se unió su compañero Marcos Sánchez (batería) para ayudarles en los temas que interpretaron conjuntamente.
En el acto, cada uno de los graduados relató su experiencia a su paso por este conservatorio. En unos casos, “solo durante seis años”, porque iniciaron sus estudios musicales en otros centros de la Vega Baja; y en otros, como muy bien nos recordaban, han sido diez años: “la mitad de mi vida”. Como se pueden imaginar, el vínculo que se establece entre alumno/a y profesor/a es muy especial. Los graduados hablaban de sus profes como docentes y, sobre todo, como psicólogos y amigos. En fin, una tarde muy emocionante, conocedores de que algunos de ellos ya habían conseguido plaza en los conservatorios superiores de Murcia, Alicante, Albacete y Valencia.
Nuestro centro está llevando a cabo un horario coordinado con el IES Mediterráneo para facilitar el estudio simultáneo con la enseñanza obligatoria, un hito musical para Torrevieja. Son muchos los músicos ya profesionales, con éxito incluso internacional, que iniciaron su formación aquí: Jorge Carrasco, Jorge López, David Hernández, Santiago Sánchez, Antonio Zamora, Jorge Gaona, Cora Sánchez y sin desmerecer otros muchos porque la lista es extensa. Ya son méritos suficientes para que, por fin, nos podamos trasladar a unas instalaciones en condiciones y seguir ofreciendo un futuro brillante, contando además con la larga tradición musical y con imprescindibles instituciones locales que realizan una labor musical extraordinaria.
Mientras, a organizar el próximo curso, 2021-2022.
Ana Meléndez, secretaria
del Conservatorio Profesional Francisco Casanovas de Torrevieja