El pasado mes de agosto el escultor torrevejense Víctor García Villalgordo culminó la intervención del grupo escultórico de Nuestra Señora de la Piedad, obra que tallara el imaginero valenciano Miguel Ángel Casany en 1988. De madera de pino de Suecia, tamaño natural y de bulto redondo, Nuestra Señora de la Piedad representa el momento en que María sostiene a su Hijo inerte en su regazo.
En la Cuaresma de 2019, Víctor García realizó una pequeña intervención sobre el monte tras la aparición de múltiples dilataciones. Además, tras una rápida observación, advirtió a la Junta de Gobierno de la cofradía de Nuestra Señora de la Piedad que su titular presentaba dilataciones de mayor envergadura que podrían amenazar la integridad de la figura.
Al problema estructural se uniría el deseo de dicha Junta de Gobierno de devolver a la obra de su policromía original, perdida durante una intervención llevada cabo en 2002 por el Taller de los Hermanos Noguera (Murcia), en la cual ya se cerraron algunas de estas grietas.
Expuestos estos motivos, el trabajo técnico de la intervención ha consistido en el levantamiento de todos los reportes anteriores, los cuales habían dado a la obra un aspecto diferente al original.
En primer lugar, se procedió al cierre de todas las grietas que se habían ido produciendo por las dilataciones de la madera y el movimiento de la Cruz móvil que lleva la imagen en su parte trasera, así como algunos pequeños desprendimientos del estuco.
En segundo lugar, se han realizado diversas catas así como la observación de fotografías para conseguir una policromía lo más aproximada a la obra original. De forma más concreta, la imagen de la Virgen ha sido intervenida mayormente en un aspecto polícromo, recuperando el color azul oscuro del manto, aunque la existencia de dos dilataciones en su rostro ha hecho necesaria una nueva encarnadura, dotando de paso a la imagen de una menor dureza de sus facciones al colocarle nuevas pestañas.
Por su parte, el Cristo ha sido intervenido en su totalidad, incluyendo el sudario al que se le ha dado mayor profundidad por medio de una nueva policromía.
Sobre el Cristo se han realizado diversas catas de color para aproximarse lo más posible a la encarnadura original, y gracias a la existencia de imágenes de 1988 se han recuperado algunos detalles perdidos en el anterior repinte, como los moratones en las muñecas de las cuerdas con las que fue atado durante la Pasión o el entornado de los ojos que había sido alterado para darles una mayor apertura, detalle acentuado por la colocación de unas pestañas muy cortas que acentúan el dramatismo de la obra.