El SC Costablanca Torrevieja libró posiblemente la más interesante de las batallas tácticas de los cinco partidos oficiales que lleva disputados hasta la fecha, mérito computable al 50% por su joven y atrevido rival, el San Fulgencio, que planteó un partido valiente y abierto que obsequió al creciente público local una interesante matinal de fútbol aunque, como el cielo, muy espesa en ambas áreas.
Los locales sufrían varias bajas y varios jugadores que no estaban a tope físicamente, pero una vez que el balón echa a rodar lo que cuenta es lo que pasa en el verde. Y en el césped artificial del Esteban Rosado los dos equipos optaban por dar un buen trato al balón, ocupar los espacios racionalmente y abrir el campo lo máximo posible.
Tanto fue así que por dentro Fredik se hizo fuerte y aprovechó el espacio para intentar una vaselina tras una pared. A continuación Gonzalo se rehizo desde el suelo para deshacerse de dos rivales. Pero fue Isma quien cabeceó a la red un córner de Manu Amores para desnivelar. Y Cases pudo haber cerrado el partido pero su misil se estrelló en la madera.
Mientras tanto, el San Fulgencio no se alteró su plan y el hiperactivo Matías se pasó la primera mitad con los talones pegados a la línea de banda, como le gustaba a Cruyff, para ensanchar en la medida de lo posible la retaguardia rival. Hasta que los visitantes fabricaron un boquete en una jugada de tiralíneas el San Fulgencio se metía hasta la cocina para empatar.
En la reanudación, el meta visitante Carlos se santiguaba, y no es ni una frase hecha ni una metáfora. Era cierto como atestiguan las imágenes y posiblemente fue un preludio inconsciente de la otra invocación del santoral que estaba por llegar. En el caso de Carlos, seguramente por costumbre, o quizá para desempeñarse lo mejor posible, no le vino mal para contener los primeros enviones salineros. El más claro fue una apertura en banda que Gonzalo marró en línea de gol dificultado ante dos rivales cuando más de un grito extasiado de “¡¨Gol!” ya se desahogaba en la grada.
También lo intentó Lucas Góngora que roscó un centro medido con mucha clase buscando de nuevo a Gonzalo, pero le fallaron las fuerzas para rematar. Pesaban los esfuerzos, las bajas y los contratiempos. Y en ese momento se pudo pasar de 3 a cero puntos, cuando una incursión certera visitante terminó con un mano a mano que Ramón abortó con su pierna menos buena, la derecha. Un milagro pero no en el cielo, sino a ras de suelo, en el que el cancerbero de San Pedro del Pinatar no solo mostró reflejos, colocación y flexibilidad, sino gran concentración, ya que en la segunda parte apenas le habían llegado. Al final un empate a uno que no fue injusto y la victoria como local que se le resiste a los salineros. Dicen que las cosas que merecen la pena nunca son fáciles. Lo intentaremos comprobar.