Anotaciones de Navidad y fin de año

Marco Antonio Torres Mazón

Otro invierno, otra Navidad, otro año más. Y, sin embargo, no puede ni debe ser otro invierno, otra Navidad y otro año más. Aquí no vale la mera acumulación. No hay en el vivir un mero y simple ir sumando. O, por decirlo de otro modo, vivir es la suma de muchos momentos únicos e irrepetibles.

 El cambio de estación, la llegada de la Navidad y el final de un año y el inicio de otro son un momento propicio para recordar. En realidad siempre es momento para recordar, sobre todo a medida que uno cumple años y comienza a atesorar casi tantos momentos vividos como recordados. Hay ya en nosotros un leve gesto de girar la cabeza, de mirar hacia atrás y de sonreír al ver el camino recorrido. Sonreír y llorar, que de todo hay en la viña del Señor. Sonreímos al ver la suerte que tenemos por estar rodeados de personas a las que queremos; lloramos al pensar en los amigos y familiares que nos dejaron, en muchos casos justo cuando más los necesitábamos; volvemos a sonreír al sabernos afortunados de atesorar tantos buenos recuerdos. Y así vamos, gira que te gira, viendo pasar los días, las semanas, los meses y los años. Así vivimos y damos gracias por ello.

Llega el frío y el fuego que nos calienta el alma; llega la noche mágica de la Nochebuena y el día hermoso de la Navidad. El niño que fuimos siempre quiere aparecer, como los espíritus del cuento de Dickens. A veces el niño que fuimos se pregunta, nos pregunta, por la razón de nuestra seriedad, de nuestra cara de enfado. No estés triste, parece decirnos; no te agobies con cosas que no son importantes; sólo esta noche es importante, sólo esta mañana de Navidad, mientras ves a tu hijo o a tu hija destapar los regalos que hay bajo el árbol, es lo verdaderamente importante.

 Tal y como sucedió el año pasado, llegamos a esta época con los contagios por las nubes. Ya hace dos años que comenzó esta pandemia que nos está cambiando la vida. Como si de una montaña rusa se tratara, subimos y bajamos en la línea de contagios con la misma persistencia con la que el sol sale cada mañana. La incertidumbre se apodera de nosotros, como es lógico. Todavía no nos hemos acostumbrado a esta forma de vivir, pero lo haremos, no nos queda otra. La historia así nos lo ha demostrado. Y lo haremos pese a los gobiernos y pese a los negacionistas.

 No, no es otro invierno el que llega ni otra Navidad la que nos espera ni otro año el que comenzamos a transitar. No lo es porque nosotros ya no somos los mismos que éramos; hemos crecido y lo hemos hecho, en muchas ocasiones, con dolor. Decía C. S. Lewis que Dios nos cincela y nos da forma con dolor; y a cada golpe del cincel con el que Dios nos moldea podemos sentir en nuestra piel el dolor de su filo, pero también la mano amiga que nos calma y nos muestra la belleza del resultado.