Menuda semana

La pasada semana fue un claro ejemplo de que todo aquello que se cultiva termina, de una manera u otra, dando su fruto; nefasto fruto, en este caso. La tensión de los últimos años entre Rusia (y China detrás, siempre agazapada, no lo olvidemos) y Ucrania (y toda Europa, por tanto, al tratarse de una zona que es frontera) parece cristalizar en estos días en una escalada (no solo verbal, permítanme el tópico) violenta que nos lleva, como en volandas, hacia una posible guerra de proporciones desconocidas hasta la fecha. Qué está realmente sucediendo es algo que no sabremos con absoluta certeza hasta dentro de unas décadas, cuando los historiadores puedan acceder a los documentos y estudiar detenidamente todo lo acontecido. Mientras, solo queda especular.

De la misma manera, la tensión del último año entre el líder del principal partido de la oposición (hablo ahora de España, querido lector) y la presidenta de la comunidad de Madrid ha cristalizado en esta pasada semana en una escalada violenta (y algo ridícula, para qué negarlo) de la que no se tenían precedentes. En un arriesgado y algo infantil juego de egos, ambos contrincantes han dado un espectáculo bochornoso. No parecen los jóvenes políticos de nuestro país muy puestos en cuestiones pudorosas, como se puede apreciar en el hecho de que vayan ensañando sus vergüenzas en público sin el menor signo de rubor. Así, desde luego, no le están haciendo un buen servicio a sus votantes, que asisten estupefactos a esta parodia del asesinato de Julio Cesar por parte de los suyos o de la conjura de Catilina, aunque no sepamos muy bien quién hace el papel de Catilina y quién de Cicerón. Bueno, para el papel de Cicerón creo que no da la talla ningún político de ningún partido del arco parlamentario actual en nuestro país, qué le vamos a hacer.

Por eso, ante temas tan importantes (Rusia, la crisis del principal partido de la oposición,…) para qué iba a hablarles hoy de lo mal que veo el ambiente en la plaza de la Ermita (Sagrado Corazón de Jesús) cada vez que voy a recoger a mi hija de sus clases de danza, con todos esos jóvenes (y no tan jóvenes, que muchos tienen ya… edad de votar y trabajar o seguir ampliando sus estudios) ocupando la práctica totalidad de la plaza y fumando porros alegremente, gritando y alborotando y molestando (como ya me ha pasado varias veces) a los tranquilos viandantes. Estos días no paro de recordar esa frase de Rasselas, príncipe de Abisinia de Samuel Johnson, en la que Imlac (un personaje que tiene la sabiduría de los profetas) nos dice: “No os apresuréis en confiar o en admirar a los maestros de la moralidad: hablan como ángeles pero viven como hombres”. Cuentan que Johnson escribió esta novela en un mes para poder sufragar los gastos del funeral de su madre, al menos así lo atestigua James Boswell en su maravillosa biografía. Yo quiero creer que fue así, por lo que esta pequeña novela tan llena de sabiduría habría nacido de un gesto de profundo amor. Todo lo contrario de lo que últimamente está sucediendo en el mundo.

            Marco Antonio Torres Mazón