Resulta curioso cómo funciona la memoria. Uno no elige qué es lo que recuerda, ni cómo ni cuándo. Nuestros recuerdos no son una biblioteca cuyos libros podamos elegir uno a uno, sino más bien una seleccionada por el azar. Cuando era joven, el cantante Sting sacó un vídeo musical en el que se le veía caminar por una ciudad presente pero que, a medida que pasaba por sus calles, éstas se iban transformando para quedar tal y como eran en el pasado. O más bien tal y como eran en el recuerdo del cantante. Muchas veces, mientras paseo por las calles de Torrevieja, me sucede eso. Lo que yo veo no es cómo está la ciudad ahora, sino cómo era hace más de treinta años. Tiene uno, como decía la canción inmortal de Serrat, “los ojos llenitos de ayer”.
Hace unos días, el Instituto Cervantes rendía tributo a Rafael Alberti y a María Teresa León en la ciudad de Roma. Un homenaje merecido, sin duda, a dos escritores que vivieron el exilio en la “ciudad eterna” en unos años muy duros. Sin embargo… uno no puede evitar tener la sensación de que siempre terminamos rindiendo tributo a los mismos. ¿Por qué a Alberti y María Teresa y no a Ramón Gaya y María Zambrano? Releo estos días las cartas del pintor y escritor murciano Ramón Gaya, muchas de ellas escritas en el exilio, en México, en París, en Venecia…en Roma. Y muchas de ellas eran respuesta a otras enviadas por María Zambrano, otra escritora exiliada en París y en Roma, ciudad en la que escribió algunos textos fundamentales para el pensamiento y la literatura de nuestro país. En las cartas que ambos, Gaya y Zambrano, se van cruzando (y que tan bien editadas están por la editorial Pre Textos), no hay apenas mención a la Guerra, ni a lo justo o injusto que puedan ser las penurias que están pasando en esos años. No hay, para que me entienda el lector, una actitud quejumbrosa o reivindicativa. No, la queja trae descrédito y ellos lo saben muy bien. Hay en sus cartas, eso sí, mucho amor por España, muchos recuerdos dolorosos, mucha reflexión sobre la condición del exiliado. Pero no hay política, no hay esa clase de ideología que lo corroe todo, que lo pudre todo como un metal oxidado del que solo emana suciedad y pestilencia. Son unas cartas, en definitiva, que nos enseñan más acerca de lo que somos que muchos de los libros de historia que hoy intoxican nuestras librerías.
También esta semana tenía lugar la cumbre de la OTAN en nuestro país, en Madrid. Y las imágenes, que ya han recorrido el mundo entero, de los asistentes a la cumbre cenando en las estancias del Museo del Prado. Y mis recuerdos, otra vez, se iban a Ramón Gaya y a ese texto tan hermoso que, en el exilio, escribió sobre el museo: “Roca Española”. Un texto donde el amor por la historia y la cultura de nuestro país sigue siendo toda una lección. Vaya, por tanto, este pequeño homenaje.
Marco Antonio Torres Mazón.