Salman Rushdie: un capítulo más

Son las 11 de la mañana de un día cualquiera en Nueva York; en un local lleno de gente, el escritor Salman Rushdie se dispone a dar una conferencia. De repente, un hombre joven sube al escenario y, sin que apenas se pueda hacer nada ni se tenga tiempo para reaccionar, apuñala repetidas veces al autor de “Hijos de la medianoche”. Ahora, en este domingo en el que escribo desde la tranquilidad del hogar este artículo, nos encontramos con el escritor conectado a un respirador, con uno de sus ojos prácticamente perdido y con el nervio del brazo seccionado; pronóstico grave. Por todos lados aparecen las muestras de rechazo y la solidaridad para con el escritor, pero algunas más contundentes y certeras (en su análisis) que otras. A algunos todavía les cuesta hacer una cronología real de lo que ha sucedido, de lo que está sucediendo.

 Salman Rushdie publicó en 1988 su novela “Los versos satánicos”, lo que desató en el mundo musulmán una ola de protestas que fueron subiendo de tono a medida que pasaban las semanas.  El 14 de febrero de 1989 el ayatolá Jomeini leyó la fatwa (edicto religioso) en el que se condenaba a muerte al autor del libro. No solo se ponía precio a la cabeza de Salman Rushdie, sino que se ofrecía una recompensa espiritual a su supuesto asesino. Como uno de los problemas de nuestra sociedad actual es la amnesia (amén del buenismo), ya nos habíamos olvidado de todo esto. Ya no recordábamos las imágenes de las quemas públicas de ejemplares de “Los versos satánicos”; las llamas consumiendo el papel a 451 grados Fahrenheit…

 Hay un modelo que no interesa; un modelo que es el que realmente ha sido apuñalado, como tantas veces en las últimas décadas: el formado por el triángulo Atenas-Roma-Jerusalén; el que está en el sustrato  de todo nuestro marco de libertades y nuestra cultura; el que late en el centro mismo de nuestro Canon Literario: Homero, Platón, La Biblia, Virgilio, Dante, Cervantes, Shakespeare, Montaigne, Goethe,… Ahí está la línea de flotación que ha sido atacada. Hay un libro que explica todo esto muy bien y en el cual el caso de Salman Rushdie tiene incluso un capítulo. Me refiero a la “Historia universal de la destrucción de libros”, de Fernando Báez. El libro recoge historias y testimonios desde las épocas más remotas hasta la actualidad. Todo un catálogo de obsesión, persecución y destrucción que debería recordarnos a todos cómo de embarrado está el terreno de juego. Un brillante ensayo que se abre con una demoledora, por certera, frase de Heinrich Heine: “Allí donde se queman libros acaban quemando hombres”. La historia ha dado la razón a Heine en demasiadas ocasiones.

 (Leo, mientras termino de escribir esta nota apresurada, que Rushdie ya respira sin necesidad de estar conectado y que su estado, por lo tanto, mejora dentro de la gravedad. Me alegro).