Hace unos días leí la noticia de que la NASA había disparado un satélite-proyectil (me saltaré todos los tecnicismos porque ni yo mismo los comprendo) para que impactara contra un asteroide y tratar, a través de la fuerza del impacto, de desviar su trayectoria. Es una prueba o ensayo que tiene como finalidad última protegernos. A todos. Por lo visto la cantidad de objetos potencialmente peligrosos que surcan los cielos a diario es tan alta que casi se pude decir que lo raro es que alguno no termine chocando con nuestro planeta, incluido los misiles rusos. Ya sucedió y es la teoría más aceptada para explicar la desaparición de los dinosaurios. Así que si ya sucedió una vez la probabilidad y la experiencia nos advierten: es muy posible que vuelva a ocurrir. Seríamos, por tanto, unos irresponsables si no intentáramos prepararnos. Es cuestión de cambiar el chip, nunca mejor dicho: intentar utilizar todos los avances tecnológicos de los que disponemos para protegernos, no para luchar entre nosotros.
Fui, desde muy joven, lector de novelas y relatos de ciencia- ficción. Encontraba siempre en ellos la posibilidad de un futuro y, por tanto, una lección profunda de la que aprender. Recuerdo que una de las novelas que más disfruté fue “Cita con Rama”, de Arthur C. Clarke. La novela arrancaba con el impacto de un meteorito contra la Tierra y con la necesidad, a partir de ese momento, de unir nuestros intereses por una vez en nuestra larga historia. Es, al menos por ahora, mucho más probable que nos visite un trozo de roca gigante que una nave espacial. Tendremos que ir afinando la puntería para darle un buen recibimiento.
Cambiar la mentalidad es algo que nos cuesta a todos; hacerlo a nivel social es mucho más complejo. Pero darnos por un caso imposible sería tirar la toalla y aceptar, para nuestra desgracia, que no tenemos remedio. Busco en mi biblioteca mi ejemplar de “Cita con Rama” y lo abro. El primer capítulo se titula “Vigilancia espacial”. La primera frase de ese primer capítulo dice así: “Tarde o temprano tenía que suceder”.
Más allá de ponernos más o menos apocalípticos, de lo que se trata, en mi opinión, es de comenzar a pensar, al menos para ciertas cosas, como planeta. Estar más pendientes de nuestras pequeñas batallas fronterizas nos puede salir muy caro. A veces hay que separar un poco la mirada del suelo; levantar unos grados nuestra vista; ampliar nuestro pequeño horizonte; darle más amplitud a nuestro marco de visión; contemplar, por un instante, el milagro de esas estrellas que brillan en la oscuridad de la noche como viejos candiles. Solo así, aspirando a lo más alto, nos daremos algún día cuenta de lo pequeños que somos y tomaremos la decisión de dejar de luchar entre nosotros para comenzar a colaborar juntos. El capítulo de “Cita con Rama” continúa así: “Después del estupor inicial, la humanidad reaccionó con una determinación y una unidad de la que no habría podido hacer gala en ninguna época anterior”. Ojalá esta última frase no perteneciera a una novela…de ciencia-ficción.