Daniel Barenboim ha anunciado su retirada de la actividad musical. Padece, según sus propias palabras, una grave enfermedad neurológica. El músico, que el próximo 15 de noviembre cumplirá 80 años, es una figura capital para comprender gran parte del pasado siglo XX, tanto en lo musical como en lo humano e histórico.
Poseedor de cuatro nacionalidades, argentino, israelí, español y palestino, Barenboim demuestra así que su única gran patria está entre las teclas de un piano o sujetando la batuta de una gran orquesta. Su vida transcurre en los márgenes de un pentagrama. Sin embargo, ser uno de los músicos más importantes de las últimas décadas no le ha impedido estar en el mundo, ver los problemas que en él hay y tratar de cambiarlo, en la medida de sus fuerzas y posibilidades. Pero él sabía, sabe, que lo único que cambia el mundo es hacerlo uno mismo, ser ejemplo para los demás. Así fue como creó la orquesta de músicos israelíes y palestinos, donde pudo demostrar, año tras año, que la música es un lenguaje universal que entendemos todos y que, por tanto, a todos nos puede ayudar, dar ese “consuelo” del que tanto nos habla el escritor Ramón Andrés en su más reciente ensayo, “Filosofía y consuelo de la música”, que estos días leo a ratos.
De Daniel Barenboim se puede decir aquello que Chesterton comentaba, en su ensayo sobre Thomas Carlyle, acerca del racionalismo y el irracionalismo: “El racionalismo ,claro está, es esa fuerza que hace que las personas inventen máquinas de coser, entiendan a Euclides, reformen las sacristías, extraigan muelas y pongan número a las estrellas fijas. El irracionalismo es esa otra fuerza, más esencial si es posible, que hace que los hombres contemplen la puesta de sol, se rían de los chistes, se vayan a las Cruzadas, escriban poemas, se metan a monje y brinquen por encima del pajar”. Sí, definitivamente hay algo en Barenboim que une lo racional y lo irracional en un mismo trazo mágico, natural. Su forma de entender la música es un regalo del que todos nos hemos aprovechado alguna vez. Estos días he estado revisando algunos vídeos que circulan por la red y me he quedado prendado de uno en concreto, que he estado escuchando casi en bucle durante toda la semana. Uno de agosto de 1978, Teatro Real de Madrid, Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española; dirige, Enrique García Asensio; al piano, Daniel Barenboim. Las imágenes analógicas, en blanco y negro, granuladas, y el sonido…puro, sin digitalizar… Concierto para piano nº 2 de J. Brahms… Si buscan una definición visual y auditiva de belleza, bien puede ser este vídeo de 52 minutos y 24 segundos… Si la música nos consuela es por la universalidad de su lenguaje, que no necesita traducciones, que se mantuvo puro tras el desastre de la torre de Babel… Las manos de Daniel Barenboim deslizándose por el piano con la seguridad del que se anticipa a las siguientes notas que han de venir pero, al mismo tiempo, disfruta de las que está ejecutando y recuerda las qua ya tocó… Un regalo cargado de esperanza… Gracias por tanto, maestro.
Marco Antonio Torres Mazón