Glotonería pentagrámica

Camina ya el año presuroso hacia su última parte; el movimiento final de esta sinfonía que ha sido 2022 comienza ya. Es pasar el día de Todos los Santos y todo viene como en una cascada, un torbellino, un turbión. La ciudad empieza a prepararse para las fiestas patronales y para la Navidad. Las luces, el belén, la decoración en los escaparates… todo nos lleva al mismo lugar. Y, mientras, santa Cecilia, el mes de la música. El otro día pensaba, en esos momentos en los que uno se queda como ensimismado mirando al vacío, en la cantidad de horas que estoy escuchando música a lo largo del día. Más que horas leo; más que escribo. Muchas más. Radio Clásica es la banda sonora de mis horas laborales, siempre de fondo; desde “Música a la carta” hasta los “Grandes Ciclos”, pasando por “La hora azul” o “Música y pensamiento”. Horas y horas de compañía. Y luego, al montar en el coche para llevar a mi hija al colegio o para ir a comprar o para cualquier otro menester, una lista de música con los grandes contadores de historias, los bardos, los trovadores de guitarra y armónica y pura literatura: Bob Dylan, Leonard Cohen, Tom Waits… Y de ahí a un poco de música indie, o a recuperar el espíritu de Seattle con Pearl Jam. Y cada melodía, cada sinfonía, cada canción acompaña a un recuerdo, lo llena de sentido y subraya su emotividad o su tristeza o su profunda alegría. El algoritmo de Spotify se va a volver loco conmigo, pues no puede seguir un patrón predeterminado: paso de escuchar cantos gregorianos o cantatas de Bach a ponerme el último disco de Mcenroe o de Quique González. Entro en bloqueo si tengo que elegir, por lo que prefiero quedármelo todo. Glotonería pentagrámica.

  Todo esto lo explica mucho mejor que yo el escritor Ramón Andrés en su maravilloso libro “Filosofía y consuelo de la música”, por el que recibió el Premio Nacional de Ensayo el año pasado. Un libro de casi 1200 páginas donde muestra todo su saber musical y literario y filosófico. Un verdadero tesoro para leer paladeando cada página, cada palabra, cada idea, cada sugerencia de lectura recomendada, cada atisbo poético vislumbrado. Todo en este libro es luz y sabiduría. Acaba de sacar Ramón Andrés otro libro, sobre el compositor Josquin des Pres, en forma de diario o de libro de viajes. Me pondré con él en breve, antes de que el año llegue a su fin.

  Sí, la música es una asidua compañera. Nos permite soñar despiertos; viajar sin movernos; subrayar nuestros recuerdos con hermosas canciones y bellas melodías. Para todo sentimiento hay una nota musical, un timbre, una voz; para toda acción hay un ritmo. La música nos rodea y se nos mete dentro. Nietzsche decía que sin música la vida no tendría sentido. En su juventud componía canciones en su piano. Y su encuentro con Wagner es hoy historia del pensamiento occidental. Continúa el otoño, sigamos su dulce melodía.