La primavera y los libros (Primera parte)

Después de los días intensos de la Semana Santa, la Pascua y los días primeros de primavera parecen regalos envueltos preparados para ser destapados. Hay en ellos todo un mundo por estrenar y la promesa de numerosas jornadas de felicidad futura. Las temperaturas suben y las jornadas se hacen más largas, con esas tardes lánguidas en las que el tiempo parece detenerse. Nos entran entonces las ganas de salir, de aprovechar esos rincones que nos pertenecen como pequeños reinos conquistados. Todos tenemos esas calles, esas plazas o esas rutas de las que podríamos describir hasta el más mínimo detalle. Territorios pequeños pero que se hacen grandes en nuestro interior. Lugares comunes que nosotros hacemos especiales.

            ¿Y qué lecturas nos acompañaran durante esta primavera? ¿Qué libros irán con nosotros en estos días de la luz y de la flor? Cuando llegan estas fechas, creo que ya lo he dicho alguna vez, viene a mi memoria un pasaje de esa maravillosa novela epistolar que lleva por título 84 Charing Cross Road. En una de las cartas que la protagonista manda a su librero Londres le pide libros para leer en primavera, pequeñas ediciones de poesía (nada de poesía cursi, le advierte con su tono habitual) que pueda llevar metidas en el bolsillo para leer mientras atardece en un parque o en el banco de una plaza. Me hace mucha gracia, porque yo, hace algunos años, adquirí la costumbre de llevar siempre un pequeño libro en la bandolera que suelo utilizar para guardar la cartera y las llaves. Eso me permitía, cuando entraba en una cafetería o me sentaba en el paseo, cerca de nuestro querido mar Mediterráneo, sacar el libro y leer un rato al aire libre. Y es que, de la misma manera que no es lo mismo hacer ejercicio encerrado en las cuatro paredes de un gimnasio que al aire libre, no es la misma cosa leer los “Sonetos de la patria oscura” de Jon Juaristi en tu habitación que hacerlo al aire libre, mientras escuchas el lento ir y venir de las olas o el tenue sol de primavera acaricia tu rostro y tus manos, que sostienen el libro con felicidad extrema, eterna, elegida.

            Aguardan en nuestros estantes, seguro, algunos libros todavía sin leer o algunos que, ya leídos, nos piden a gritos una nueva lectura. Al placer de leer libros nuevos se le puede añadir el placer, a veces mucho mayor, de releer aquellos que ya forman parte de nuestra vida. Conocer gente nueva está muy bien, pero volver con los viejos amigos siempre es como regresar a casa. Hace unos días disfrutábamos también de la Feria del libro en Torrevieja, una muy buena ocasión para adquirir algún ejemplar con los que disfrutar de estos días en los que nuestro corazón siente el deshielo y la floración como un nuevo renacer. De hecho, mientras escribo estas líneas mi mente ya recorre los estantes de mi biblioteca, buscando qué ejemplares serán los elegidos para transitar esta nueva primavera. Quizá la semana que viene ya les pueda contar algo sobre ellos.