Las elecciones (y una de Baroja)

Pues aquí estamos: en junio y con unas nuevas elecciones a la vuelta de la esquina. Me van a reconocer que este último giro  es digno de algún capítulo de “House of Cards”. Aunque si lo pensamos bien, en un país donde algunos políticos invierten más tiempo viendo y comentando películas y series de televisión que trabajando por el bien común es lógico que en sus cabezas la realidad se parezca cada vez más a un guion cinematográfico. Ahora nos encontramos, como es lógico, en la etapa del baile de la silla: no hay puestos para todos pero todos quieren su puesto. Es como en las novelas de Pío Baroja: personajes que entran y salen de la trama con la misma velocidad con la que pasamos una página.

 El pasado otoño viajé con unos amigos a la zona de Morella, la Jana y todo el Maestrazgo castellonense. Los que me conocen (y ustedes, queridos lectores, ya me van conociendo poco a poco) saben de mi costumbre de comprar algún libro en cada ciudad o pueblo al que viajo. Se ha terminado por convertir en una manía tal que ya antes de salir de viaje localizo los lugares donde hay librerías para pasar por allí y poder hacer mi compra. Pues bien, cuando visitamos Morella entré en la librería “Llana y llibres” y me hice con un ejemplar de la novela de Pío Baroja “La venta de Mirambel”, que transcurre, precisamente, por toda esa zona del Maestrazgo durante las guerras carlistas. Y ha sido en estos días en los que nuestro presidente tuvo la feliz idea de hacernos ir a votar un 23 de julio, no sé si para concienciarnos de la realidad del cambio climático o para que no se nos ocurriera hablar del desastre electoral en la autonómicas y locales, cuando he decidido leer esta deliciosa novela. Contra la depresión o el mal humor los médicos deberían recetar leer al menos una novela de Baroja al año. No importa qué novela. Muchas de ellas son (afortunadamente) intercambiables. Qué felicidad encuentra uno en cada página; qué pasión por narrar y por hacernos partícipes de las aventuras de sus personajes. Y qué galería de personajes, entrando y saliendo de escena como esos políticos que ahora mismo no saben si están o no en la trama del juego de poder. De los escritores del 98 está claro que Baroja es el novelista, del mismo modo que Machado es el poeta, Unamuno el pensador y Azorín… bueno, Azorín es Montaigne, y con eso basta.

En Morella, compartiendo momentos con amigos que la vida ha tenido la gentileza de regalarnos, recordé también ese maravilloso poema de Juan Manuel Bonet titulado “Gabinete de lectura” y que, como sucede con los poemas que nos tocan el corazón, retratan nuestra alma en lo más profundo: “Lector de viejas historias, ¿qué buscas / en los libros? Tal vez una tropa / perdida hacia Morella, con banderas / de otro siglo. Una provincia oscura. / La niñez y sus sueños. Una señal / de que fue grande la patria…”. Sigue el poema, como sigue la vida y sigue este junio por el que ya caminamos. Casi nada.

            Marco Antonio Torres Mazón