Anotaciones de julio I: La caída de Constantinopla

Ya estamos otra vez en campaña. Lo cierto es que llevamos varios años en permanente estado de campaña electoral. Eso genera cansancio. También ansiedad. Es como estar corriendo sin ver nunca la línea de meta. Como Sísifo subiendo una y otra vez la misma pesada carga por la misma empinada pendiente. Una inutilidad. Un disparate. Y cada vez las opciones se polarizan más, dejando un enorme socavón justo en el centro de la balanza.

 Yo, en realidad, quería escribir un breve texto sobre la censura, un tema que se ha puesto de moda en esta campaña. De moda de una forma algo desvirtuada, como toda moda. El escritor Víctor Botas acuñó una frase que me gusta repetir: Si hablan mucho sobre la libertad, malo, es que están dispuestos a quitártela. Lo mismo pienso de la censura. Siempre hablan de ella los auténticos censores. Pero ya saben, vivimos en el mundo hipersensible de los que nos dicen de qué podemos o no podemos hablar, escribir, opinar. La libertad según su concepto de libertad. Y así todo. Para qué vas a escribir sobre esto, he pensado, te vas a meter en líos absurdos. Es verdad. Entonces me he autocensurado que, como dice Boadella, es la peor de las censuras.

¿Somos realmente libres para decir todo lo que en verdad pensamos?

            Sigo leyendo los libros sobre Maqroll de Álvaro Mutis. Es curioso cómo se llega a ciertos autores. Leo a Mutis vía Barry Gifford, un escritor norteamericano que, en principio, nada tiene que ver con él y que, sin embargo, cuando leemos (a ambos) con detenimiento nos damos cuenta de las suaves pero constantes líneas convergentes. De Maqroll me gusta su afición a libros que se salen de lo típico. Nunca sospeché que tendría alma de gaviero. Se cumplen, además, 100 años del nacimiento de Mutis, quien dijo que nunca se había repuesto del todo de la caída de Constantinopla en manos de los turcos…en 1453.

Deberíamos no pensar tanto el dar un abrazo o el llamar a alguien que sabemos que lo está pasando mal. Hacerlo, sin más. Hacer lo que nos sale de dentro. Ese primer impulso suele ser el correcto.

Veo que en La 2 de Televisión Española vuelven a programar, un verano más. “Curro Jiménez”. Me es imposible no recordar a mi abuela Gertrudis cuando veo y escucho la cabecera, con Curro y los suyos cabalgando hacia la cámara, desde un lejano horizonte, al ritmo sincopado de la banda sonora. Es parte del sonido de mi infancia. Todas las tardes veía esa serie con mi abuela. A veces le cogía la mano. Es curioso cómo recuerdos tan lejanos perviven en nosotros con una fuerza tan clara y una visión tan nítida. Proust lo sabía y construyó toda una catedral literaria con ellos.

 Noche de insomnio: imagino a Maqroll remontando un río al compás de una habanera.

El mar de Torrevieja es el mar de mi infancia, de mi vida. Es igual y distinto a todos los mares. Como mi infancia; como mi vida.

            Marco Antonio Torres Mazón