Las tardes de verano, en la oficina, se hacen mucho más llevaderas con Radio Clásica. En esta última semana de julio, además, conectan con el festival de Bayreuth, en Alemania. Cierro los ojos y Wagner nos llena las venas de épica…y fe. Saber que, en toda Europa, en todas las cadenas de radio clásicas, están retransmitiendo lo mismo me hace sentir bien, como cuando repican las campanas de una iglesia o cuando se enciende el cirio pascual en la vigilia del sábado de Gloria.
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Esta frase de Nietzsche: Donde no puedas amar, sigue tu camino.
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Leo la Carta Apostólica del Papa Francisco (Sublimitas et miseria hominis) sobre Pascal, donde se conmemoran los 400 años de su nacimiento. Una carta con mucha más miga de lo que en principio pueda parecer. Como siempre, me pregunto la razón por la que los católicos desconocemos tanto toda nuestra tradición de pensamiento. La edición de los “Pensamientos” que preparó Gabriel Albiac hace unos años es uno de esos libros que debería estar en todas las bibliotecas. En fin…
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Sobre el resultado de las elecciones dan ganas de decir eso tan manido de… “disfruten lo votado”.
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Cruzamos el meridiano del verano en estos días finales de julio. Días de calor y humedad y noches en las que es complicado conciliar el sueño. Leer para intentar dormir y terminar desvelado por lo interesante de la lectura.
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La semana de habaneras trae a mi memoria un recuerdo muy concreto: la horchata de almendras que mi madre hacía cada verano. Después de cenar nos salíamos al balcón, pero dejábamos abierta la ventana que daba al comedor. La televisión puesta con las primeras retransmisiones del certamen. El sonido de las habaneras se mezclaba con el sonido de la calle, de la vida. Y en la boca el sabor, suave y refrescante, de la horchata de almendras.
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Lecturas para intentar fomentar el talante conciliador con nuestra propia historia, tan dada al enfrentamiento y al atrincheramiento: Las memorias de Julián Marías (“Una vida presente”); Los “Ensayos liberales”, de Gregorio Marañón (y de manera muy especial su texto sobre los hermanos Machado, que sirvió de prólogo a un precioso libro de Miguel Pérez Ferrero); Las cartas de Ramón Gaya; “La España de Galdós”, de María Zambrano. Y tantos otros…
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Nadie tiene razón siempre. Una vez que asumimos eso, ya estamos en disposición de entendernos con el que tenemos enfrente. Si además asumimos que nadie puede tener toda la razón sobre algo, ya podemos decir que estamos más cerca de crear un mundo un poco mejor. Gregorio Marañón siempre ponía de ejemplo la relación entre Galdós y Pereda, los dos en las antípodas en cuanto a pensamiento político y, sin embargo, protagonistas de una de las grandes amistades de la historia de nuestra literatura. También para eso sirve leer: para entendernos un poco mejor.