Voy revisando, poco a poco, las películas de mi admirado Andrei Tarkovski. Le toca el turno a “Andrei Rubliev”. Hacía más de veinte años que no la veía y me asalta la duda, lógica, de si lo que antes me gustó me seguirá gustando ahora. Sí. Y mucho más. La escena de la fundición de la campana para la iglesia, que ocupa toda la parte final del metraje, es de una belleza poco usual, desacostumbrada en un tipo de cine como el actual.
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De todo el lío con el presidente de la federación de fútbol hay una cosa que me sorprende: ¿cómo una persona así ha podido llegar ahí? Eso no dice nada sobre él, sino sobre nuestra sociedad. Tenemos las tragaderas tan acostumbradas a ver a personajes de Mortadelo y Filemón ocupando altos cargos que ya nada nos sorprende.
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Leo el prólogo de “Pensadores de la nueva izquierda”, de Roger Scruton, y me admira su valentía. No todo el mundo es capaz de decir que el emperador está desnudo.
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El verano realmente termina el día de san Ramón; lo que viene después, esas semanas que ocupan y colonizan casi todo el mes de septiembre, son más un prólogo del otoño que ya viene que un epílogo del estío que ya se va.
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Acodado en el balcón, viendo cómo la noche le va ganando horas al día. O paseando, observando el sutil cambio de color de las hojas en las copas de los árboles. Lenguaje de una naturaleza que nos habla, como no podía ser de otra manera, del paso del tiempo. Lo supo ver como nadie Virgilio en sus “Geórgicas”. También Ralph Waldo Emerson en alguno de sus mejores ensayos.
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De la situación de la política española actual lo que más me asusta no es lo que ya hemos visto, sino todo lo que todavía nos queda por ver. Como en una mala película, nunca sabes si lo ya visionado es lo peor o todavía se ha reservado el director algún que otro innecesario giro de guion.
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Andrei Tarkovski tuvo que abandonar Rusia para poder seguir haciendo películas. Su cine, que buscaba en cada uno de sus fotogramas la trascendencia, chocaba con el duro materialismo de la dictadura comunista. Sus dos últimas cintas, “Nostalgia” y la que para mí es su obra maestra, “Sacrificio”, fueron rodadas ya fuera de los largos tentáculos de la opresión. Qué poco se habla de estas historias; qué pocas referencias tienen algunos de todo lo sucedido al otro lado…de sus propias ideas políticas. Hay que leer a Primo Levi, por supuesto, pero también hay que leer a Boris Pasternak. Y hay que leer un libro del propio Andrei Tarkovski que me ha acompañado desde que era muy joven y que tengo anotado y subrayado, señales de múltiples lecturas a lo largo de los años; un libro que lleva en su propio título, poético y profético, la mejor definición de lo que es el cine: “Esculpir en el tiempo”.
Marco Antonio Torres Mazón