Anotaciones de octubre IV: La reconstrucción del otoño

El sabor de la primera manzana Fuji de la temporada me dibuja una sonrisa de agradecimiento por los enormes dones que el otoño nos ofrece al alcance de nuestra mano.

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            XXX Encuentro Provincial de Cofradías y Hermandades de Semana Santa, en San Vicente del Raspeig. En una de las ponencias, interesantísima como todas, anoto en mi pequeño cuaderno la siguiente frase: “Hay que Cristificar la sociedad líquida”. Dos nombres vienen entonces a mi memoria: Hilaire Belloc y John Senior. Ahí está la verdadera resistencia. Ahí reside la verdadera mirada al futuro. La conversación con mi hermano P., de regreso a Torrevieja, donde tendrá lugar el XXXI Encuentro, sirve también para darme cuenta de la suerte que tengo: tener amigos con los que compartir nuestras más íntimas creencias es un regalo.

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            Me gusta abrir al azar ciertos libros (cartas, poemas, aforismos, diarios) y leer la primera cita que me salte a la vista. Por ejemplo, de “Caminos de intemperie”, Ramón Andrés, este aforismo: “A cierta edad la vida no tiene otro destino que la continua reconstrucción del otoño”.

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            Vuelvo a ver, después de algunos años, la adaptación que Truffaut hizo de la novela de Ray Bradbury “Fahrenheit 451”, sobre un mundo futuro en el que están prohibidos los libros y los bomberos se dedican a localizar y quemar todos los ejemplares que encuentran a su paso. Teniendo en cuenta toda la “cultura de la cancelación” en la que estamos inmersos, donde se “retocan”, “trastocan” y “cambian” las obras que antaño nos iluminaron para poder acomodarlas al pensamiento único imperante, me pregunto en qué punto estamos ahora mismo de la historia de Bradbury / Truffaut. ¿Tenemos que ir memorizando ya nuestros títulos favoritos para convertirnos en hombres-libro?

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            La música de Arvo Pärt para estos días finales de octubre, donde la incertidumbre intenta apoderarse del relato de mi vida. No, me digo al escuchar “Da Pacem Domine”, la esperanza debe prevalecer, como un faro en la noche o como la luz de un viejo candil.

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            Si cerca de la biblioteca tenéis un jardín ya no os faltará de nada, decía Cicerón. Bien, compraré aunque sea una maceta.

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            ¿Qué libro memorizaría para atesorarlo para siempre en mi interior, como hacían los hombres-libro de la novela de Ray Bradbury y la película de Truffaut? Es complicado, la verdad. Teniendo en cuenta mi mala memoria creo que lo más sensato sería elegir un libro no demasiado largo. Algunos candidatos podrían ser “Campos de castilla”, de Antonio Machado; las “Geórgicas”, de Virgilio; “Hombres representativos”, de Ralph Waldo Emerson; el “Prefacio a Shakespeare”, de Samuel Johnson. El “Libro de Job” o el “Evangelio de Marcos” serían también buenas opciones. Aunque, si lo pienso bien, el libro que más veces he leído y que releo todos los años desde hace mucho tiempo es…  “Canción de Navidad”, de Charles Dickens.

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            Siempre que se cierra una puerta se abre una ventana. Una ventana por la que ver cómo llega noviembre.

            Marco Antonio Torres Mazón