Anotaciones de diciembre II: Tan santo y tan bendito es este tiempo

  Veo la película La mujer del obispo (1947), de Henry Koster. Una cinta navideña en el mejor sentido de la palabra y rodada en un blanco y negro bellísimo. Cary Grant interpreta a un ángel que debe ayudar a un obispo a solucionar unos cuantos problemas. En un momento determinado dice una frase de esas que en un primer visionado pasan desapercibidas pero que cuando se piensan con detenimiento adquieren todo su verdadero sentido. Sentido bíblico, además. “Recuerde que nos interesa hasta el más humilde gorrión”.

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            Los días en los que hace frío me acuerdo siempre de mi niñez. Como si antes hiciese más frío que ahora y la luz fuese entonces menos nítida, más… analógica. Igual que las viejas fotos cuando pasas las hojas de un álbum en una aburrida tarde de domingo.

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            Libros a los que vuelves en cada Adviento y  Navidad: La infancia de Jesús, de Benedicto XVI; Canción de Navidad, de Charles Dickens; Libro de visitantes, de José Jiménez Lozano; La antología de Chesterton El espíritu de la Navidad. Y el inicio del Evangelio de Lucas, que era el que leíamos en casa antes de la cena de Nochebuena. En ese inicio podía sentir el frío y el desamparo de la noche; también la alegría y la esperanza de los pastores.

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            Un café o una infusión humeantes no tendrían sentido si antes no has pasado verdadero frío.

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            En los diarios de Léon Bloy, esta anotación de los primero días de Adviento: “Si cierras una noche tu puerta, teme encontrar, cuando despiertes, a uno de tus hermanos muerto de frío o de hambre ante el umbral”.

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            Otro recuerdo que me visita siempre por estas fechas es el de esos días de emoción desatada viendo los escaparates de las tiendas de juguetes; las antiguas tiendas ya todas desaparecidas. Dábamos vueltas y más vueltas a los pasillos atiborrados de juegos, muñecas, balones, patines, juegos de mesa. Anotábamos mentalmente todo lo que nos gustaba para poder así escribir nuestras cartas a los Reyes Magos. Tras la retahíla de cosas que pedíamos en esas cartas, colocábamos una coletilla que nos aseguraba dos cosas: quedar bien ante los Sabios de Oriente y garantizarnos el elemento sorpresa a la hora de ir de casa en casa viendo lo que nos habían traído. La frase en cuestión no era otra que la archiconocida “…y lo que ustedes quieran”, que cerraba una carta redactada como Dios (y sus Reales Majestades) manda.

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            Tiempo de Adviento del que no se libró de hablarnos ni siquiera el gran Shakespeare, uno de cuyos personajes, Marcelo, dice unos hermosos versos sobre esta época del año en Hamlet:

            “Dicen que en los días anteriores / al del nacimiento de nuestro Salvador / el ave de la aurora canta toda la noche; / entonces, dicen, no vagan los espíritus, / las noches son puras, los astros no dañan, / las hadas no embrujan, las brujas no hechizan: / tan santo y tan bendito es este tiempo”.

            Marco Antonio Torres Mazón