Llega un momento en el que sientes que el mundo va por un lado y tú por otro. Tampoco te importa demasiado. Consciente de esa realidad, te miras en el espejo y sonríes. Te repliegas sobre tus propias convicciones, tus principios, tu forma de ver y entender la vida. Y sigues caminando.
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Leyendo La cocina cristiana de occidente, de Álvaro Cunqueiro. Un libro delicioso. El título, además, no puede contener más palabras políticamente incorrectas en esta época de idiotez extrema en que vivimos. Cada vez que leo algún libro de Cunqueiro pienso que tengo que leer más a Cunqueiro.
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Consumada la amnistía, que vino después de los indultos, nos queda el referéndum. Referéndum que, como los indultos y la amnistía, será negado taxativamente… aceptado después y ejecutado finalmente.
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No me canso de pensar, decir, escribir, que hay que dar gracias por cada instante que pasamos en este mundo, por cada día que abrimos los ojos y podemos contemplar la belleza de estar vivos. Y dar, cada uno a nuestra manera, testimonio de ello.
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Y para testimonio el del bueno de Roque, no sólo el que grabó hace unos meses y ha sido emitido hace una semana, sino el que está dando desde el principio, desde el mismo momento en el que se le plantea en toda su crudeza su realidad. El testimonio diario. El que de verdad vale. El único que cuenta. Abrazar la cruz en todo su esplendor y con toda su coherencia. Dar público testimonio de ello. Y darlo desde la alegría del que sabe que tiene un tesoro en sus manos, en su corazón. Está en mi oración constantemente, él y toda su familia. En realidad, está en la oración de todo el mundo ya que, en cierto sentido, está recogiendo todo lo bueno que ha sembrado. Me acuerdo de Una pena en observación, el libro de C.S.Lewis (traducido por Carmen Martín Gaite) que tan bien me hizo leer durante la lenta muerte de mi padre. Un libro de apenas 90 páginas en el que se nos habla del dolor, de la pérdida, pero también del sentido de ese dolor y de esa pérdida. Una bellísima y honda reflexión de una altura, literaria y humana, sobrecogedora. Abro mi viejo ejemplar y busco algún asidero. Encuentro una señal hecha a lápiz, seguramente en alguna de mis lecturas y relecturas. Leo lo siguiente: “Los jugadores de bridge me dicen que tiene que haber algún dinero circulando en juego porque si no la gente no se lo toma en serio. Parece que esto también es algo así. Se puede apostar por Dios o por la negación de Dios, por un Dios bueno o por el Sádico del Cosmos, por la vida eterna o por la nada, pero depende de lo que se haya expuesto en el envite el que éste sea serio o no lo sea”. Cierro el libro y sigo con mi oración. Así sea.