Cuesta creer que hemos cambiado de estación cuando llevamos un mes y medio con altas temperaturas y apenas hemos tenido invierno. Pero sí, la primavera ya ha llegado.
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El triunfo del Domingo de Ramos anuncia el triunfo del Domingo de Pascua. En medio queda todo el sufrimiento, el desengaño y el dolor del mundo. Para llegar al Domingo, fin último y celebración de nuestra fe, tenemos que atravesar ese camino llenos de esperanza.
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En uno de los muchos cuadernos que tengo ,donde voy anotando cosas, guardo una fotografía del poeta Robert Frost en la que aparece, bajo un paisaje nevado, con un hacha sobre el hombro. Viene, lo sabemos, de cortar leña para el duro invierno. Su rostro no es el rostro de un poeta; su actitud tampoco. Sus poemas, en cambio, palpitan como las flores que respiran en esta incipiente primavera.
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Deus Cáritas Est. San Juan. Y también una encíclica, la primera, del sabio Benedicto XVI que conviene leer cada cierto tiempo, por bella y por necesaria.
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Hay épocas en las que me apetece leer picoteando entre libros. No leer un libro tras otr30o desde el principio hasta el final, sino coger un día los diarios de Emerson, otro el Cancionero de Unamuno y un tercero las Epístolas de Pablo. Es una forma de sacarle el máximo provecho a una buena biblioteca. En otros momentos, sin embargo, me desdigo y prefiero ir libro a libro y no comenzar nada sin terminar previamente lo que tengo entre manos.
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El pasado vuelve en muchas ocasiones para reclamarnos deudas pendientes. No es bueno vivir anclados en él, pero tampoco conviene vivir menospreciando nuestras raíces. Encontrar ese justo equilibrio es aprender a ir viviendo.
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Otra vez T.S.Eliot y sus versos, depurados por su amigo Ezra Pound, de La tierra baldía, con abril como el mes más cruel y esas lilas que me recuerdan a las del poema dedicado a Lincoln de Walt Whitman.
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Tenemos que aprender a vivir mirando el pesebre y la cruz pero, sobre todo, a ese sepulcro vacío en el que fiamos toda nuestra esperanza.
Marco Antonio Torres Mazón