Anotaciones de mayo I: La primavera sigue avanzando

Muere Francisco Rico. Filólogo. Cervantista. Discípulo de Martín de Riquer. Su edición del Quijote es canónica. En dos volúmenes, contiene textos importantes, entre ellos uno titulado La España del Quijote, de Antonio Domínguez Ortiz. ¡Qué hombres de letras! Andrés Trapiello le dedica un bellísimo artículo en el periódico.

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                Días de lluvia; días de felicidad.

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                La deriva de todo esto no puede ser buena. Y todos, en el fondo, lo sabemos.

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                Muere Paul Auster. Un escritor con el que he crecido como lector desde los tiempos de mi juventud. Dedico mi lectura del día a repasar su Diario de invierno, uno de mis libros favoritos.  Últimamente parece que sólo escribo una triste colección de obituarios. Pero no me vence la tristeza. No pierdo la esperanza. La primavera sigue avanzando y a un día de lluvia le sigue un sol que acaricia nuestro rostro con un mimo sagrado.

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                El viernes contiene en su interior la promesa de felicidad del sábado. También, si lo pensamos bien, algo de la melancolía del domingo.

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                Quedamos, después de muchos intentos, para comer con A. y V. En mi amistad con A. hay una camaradería como la que tienen algunos personajes de las viejas películas de John Ford: a prueba de todo, incluso del paso del tiempo. Y el tiempo, precisamente, es lo que se nos pasó sin darnos cuenta. La conversación tocó todos los resortes de nuestras vidas, demostrando, una vez más, lo iguales que somos ante pasados similares. En una terraza privilegiada, con el aroma de la huerta murciana dibujando un cuadro de Ramón Gaya, íbamos comentando todos los temas como siguiendo una lista. Al principio hablábamos de esa manera precipitada de los que hace tiempo que no se ven, pero luego, a medida que el sol alargaba nuestras sombras, más despacio y con la cadencia del que ya está completamente saciado. El atardecer, anaranjado y espiritual, nos sorprendió con mucho que contarnos todavía, pero con la alegría de saber que la vida nos regalará más encuentros dichosos.

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                Domingo por la mañana, temprano. Me preparo un café y escribo un rato. Luego, ojeando los estantes de mi biblioteca, tomo un libro de poemas de Roger Wolfe. Afuera canta un mirlo. Sorbo de café y lectura de un poema, el titulado La patria en las raíces. La parte final dice así: “Kavafis, Eliot, tantos otros / temieron la llegada de los bárbaros. / Yo ya no temo nada: / la barbarie nos rodea. / Pero intentando recordar de dónde vengo / y a dónde voy / trazo ahora aquí / estas palabras; / la patria es las raíces del poema”.

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                Día de la madre. Aquí también el verso del poema de Wolfe; aquí también la patria en las raíces.