Anotaciones de mayo II: La belleza merecida

Todos tenemos fortalezas y debilidades, dones y talones de Aquiles, pero la mayoría de las veces tardamos toda una vida en darnos cuenta de ello.

Lo más dañino, creo yo, es la continua lectura en clave política de cualquier suceso o noticia, desde la concesión de un premio literario hasta los mamporros que un chico le da a otro en una sala de cine. Y no me vale eso, tan manido y artificial, de que “todo es política”. No, no todo es política; todo lo habéis convertido en política.

Siete de mayo. 200 años del estreno de la Novena de Beethoven. En Radio Clásica, retransmisión en directo desde el mismo lugar donde se escuchó por primera vez. Mientas escribo, por la noche, me emociona disfrutar de nuevo semejante maravilla.

Me gusta mirar los árboles. Las hojas que ayer doraban sus vestidos con la luz del otoño hoy verdean de plena primavera. El tiempo…la vida…

En Un día en la vida de Iván Denísovich los presos del gulag construían ellos mismos su propia prisión, el perímetro que delimitaba su jaula, las alambradas que rasgarían su piel en caso de fuga. Leer a Aleksandr Solzhenitsyn es hoy una obligación moral.

Escapada a Galicia. Sigue sorprendiendo el cambio radical del paisaje. Todo parece un decorado y nosotros actores secundarios. Carreteras bordeadas por un verde imposible. El musgo lamiendo la piedra. La niebla tan baja que enciende el asfalto al paso de nuestro coche. En el aire una humedad distinta a la del sur.
En el pazo donde nos alojamos, un buró junto a una ventana. La luz del amanecer se filtra tamizada por la cortina y nos recuerda lo sencillo que es disfrutar de la belleza a pesar de sabernos no siempre merecedores de ella.

Compro un libro de Stefan Zweig en el aeropuerto y lo leo mientras volamos por encima de las nubes. Recuerdo un poema de Robert Penn Warren en el que hablaba de leer a Emerson mientras volaba en un avión a 38000 pies de altura. Emerson, como Zweig, sigue teniendo algo que decir, tanto a ras de suelo como en las alturas.

Volver a la catedral de Santiago de Compostela es reencontrarme con una vivencia indispensable de mi historia. La permanencia estable de la piedra, inmutable, tosca en su persistencia, contrasta con nosotros, siempre obligados a cambiar por simple ley del tiempo.
A la salida de la catedral, después de dar gracias por tanto, compro un libro de Torrente Ballester para atrapar con palabras el aroma de una tierra tan hermosa.

Marco Antonio Torres Mazón