Anotaciones de junio I: Ventanas

Frente a la Virgen
recitando un poema:
luz de palabras.
Viendo la fotografía de E. recitando su poema frente a la imagen de la Purísima anoto este haiku como una pequeña ofrenda de acción de gracias.
Política de brocha gorda; poco dada al matiz, al intercambio de ideas (ya que, efectivamente, no hay ideas), al reconocimiento del otro como un igual. Esta tendencia, que se ha acrecentado con los años, nos regala ahora la peor clase política de la historia, precisamente por ser “clase política”. No hay proyecto de país, sólo ocurrencias cada vez más extravagantes y más suicidas. Todo vale para desviar la atención. Todo vale para mantenerse un día más en el poder o para tratar de conseguirlo.
Lo de la amnistía es algo que, se mire por donde se mire, no tiene un pase. Y es algo que daña la propia biografía del que lo hace y del que lo consiente.
Estamos cada vez más lejos de los héroes de Carlyle o de los hombres representativos de Emerson. A infinitos años luz, exactamente.
La luz del primer día de junio entrando en la cocina, mientras bebo un café y anoto en mi cuaderno, con letra ilegible, el primer pensamiento que me viene a la cabeza.
Durante años he creído que necesitaba otra casa, un lugar distinto, más o menos aislado del ruido, apartado. Últimamente, sin embargo, me doy cuenta que mi verdadera necesidad es una ventana. Una ventana no es un vano en un edificio por el que te asomas y lo único que ves es el edificio que tienes justo enfrente. No, una ventana es mirar al mar o a la sierra o a la laguna o a una plaza donde un grupo de niños juega rodeados de árboles. Una ventana es la luz no viciada que por ella entra. Luz que ilumina hasta los más recónditos callejones y recovecos del alma. Sí, me conformo con una ventana junto a la cual me siente a escribir estas anotaciones o a leer los Sermones Parroquiales de Newman o, sencillamente, a mirar lo que Tú me regalas al otro lado.
No termino de entender que, tanto en el cine como en la literatura, toda gran historia de amor tenga que ser o bien trágica o bien un adulterio (otra tragedia). Una pareja que viva su matrimonio con absoluta normalidad hasta el fin de sus días (y más allá, claro): qué gran historia de amor sería esa y qué pericia se necesitaría para poder contarla.
Lo mejor de ver la final de Champions es hacerlo con E. y que ella, en un futuro muy lejano, recuerde cuando saltó de alegría ante el gol de Carvajal. Y que lo hizo junto a su padre.