Notas de verano V: Andando, andando…

La angustia de tener que politizarlo todo. Hasta la conquista de la cuarta Eurocopa por parte de la selección. Qué aburrimiento. Por suerte, estos chicos hablan en el campo donde, de momento, los sucios tentáculos de la política tienen poco que decir.

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            Leo el último libro de José Carlos Llop. Se ha convertido en una suerte de tradición el leer algo de este escritor mallorquín cada verano. El libro se titula, precisamente, Si una mañana de verano, un viajero. En un momento determinado cita un verso de un poema de Rilke. Me suena el título del poema, Días de otoño, pero no así el verso. Busco en mi vieja antología de Rilke el poema. Después de leerlo dos veces me sorprende darme cuenta de que falta un verso…precisamente el que cita José Carlos Llop en su libro. Como la cosa va adquiriendo tintes de misterio digno de un relato de Borges, decido dejar el tema y suponer que mi vieja edición de Rilke necesita urgentemente una actualización. Pero antes, con lápiz y letra apenas legible, anoto en el poema el verso perdido… “Concédenos, Señor, dos días más de Sur”.

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            La enésima reposición de Verano Azul. Como me pilla en casa descansando un poco después de comer y antes de volver al trabajo por la tarde, pues he visto algunos capítulos. Es una serie muy ingenua y pretenciosamente didáctica sobre ciertos temas entonces muy candentes: madres solteras, divorcio, cambio generacional, …Sin embargo, con todos los peros que se le pueden poner, la serie tiene algo por lo que merece la pena volver a verla: nos retrata más inocentes, menos resabiados… más felices.

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            Pues andando, andando, ya llevamos medio verano caminado.

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            El sabor del sándwich helado de nata: lejanos veranos en los que, al tirar la basura, mi madre y alguno de mis hermanos dábamos una vuelta, amparados por la noche y las estrellas, por el silencio y la tranquilidad. Entonces mi madre, no siempre pero sí con bastante frecuencia, nos compraba un helado a cada uno de nosotros. Yo, invariablemente, elegía un sándwich de nata. El regreso a casa comiendo el sándwich y sintiendo su compañía era de plena felicidad, redonda como una luna y brillante como las estrellas.

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            Rezar el Ángelus es como vivir el Adviento y la Navidad todos los días del año.

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            En la mesa donde suelo escribir tengo: un pequeño nacimiento portátil para no dejar de mirar el pesebre, un san Antonio para recordar mi nombre verdadero y un crucificado que compré en Lourdes para fortalecerme en los días débiles. No hay mejor ventana para mirar el mundo.

Marco Antonio Torres Mazón