Como ya es tradición en nuestra ciudad, el domingo más próximo a San Andrés, cuando comienza el Adviento -una etapa que comprende las cuatro semanas anteriores a la Navidad y que señala el comienzo del año litúrgico cristiano- se ubica un árbol enorme en la plaza de la Constitución. Un abeto que desde hace unos años se ha convertido en una muestra más de las relaciones y la hermandad entre dos culturas: la nuestra y la nórdica.
La comunidad nórdica -compuesta por suecos, noruegos, daneses, finlandeses e islandeses- y en especial la escandinava -formada por suecos, noruegos y daneses- siempre ha tenido una importante presencia en nuestra ciudad. Desde mediados de los años 60, cuando llegaron los primeros grupos de suecos a Torrevieja después de que el empresario Nils Gäbbels construyera unos chalets en Lomas del Mar, el número de visitantes y residentes de estos países ha ido creciendo. El buen tiempo, la luz del Mediterráneo y los precios de la vivienda o de los productos de alimentación son algunos de los motivos.
Björn Wakman es el presidente del Club Nórdico, una institución que se creó hace 38 años. Con más de 800 socios, organizan actividades como cursos de español, viajes, partidas de golf, de petanca o fiestas. La mayoría de sus socios son pensionistas y Wakman nos cuenta que elegir Torrevieja para vivir, después de la jubilación, ha sido un gran acierto. “La mejor decisión de nuestra vida es haber venido a vivir aquí”, nos dice con una sonrisa que denota alegría y satisfacción. “Además, la vida aquí es más barata, la vivienda, la comida, todo… Allí ahora está oscuro, llueve y nieva, y eso hace más difícil nuestra movilidad”, añade. Este sueco, que vivió durante 25 años en África trabajando en ayuda humanitaria, dice que, además, el microclima de Torrevieja, el sol y el yodo de la sal son motivos por los que muchos eligen nuestra ciudad para residir o disfrutar unos días.
En la actualidad hay censadas en Torrevieja casi 3.000 personas procedentes de los cinco países nórdicos, aunque se sabe que muchas más tienen residencia y pasan largas temporadas aunque no estén empadronadas. En ocasiones, como es el caso de los ciudadanos suecos, las políticas de vivienda de sus países les limitan el cambio de residencia porque supondría la pérdida de algunos derechos que tienen residiendo legalmente allí. Es por ello que las cifras reales son difíciles de cuantificar, aunque Enrique García -torrevejense que vivió durante más de 20 años en Suecia y ahora es miembro del Club Nórdico- nos dice que el número de suecos que suele haber regularmente en Torrevieja puede doblar perfectamente la cifra oficial -que asciende a más de 1.201 en noviembre de 2018-.
Otro fenómeno que nos impide saber las cifras reales es el del alquiler vacacional, una nueva modalidad de turismo que sigue creciendo en todo el mundo. La Universidad de Alicante publicó el pasado mes de marzo que AirBnB, una plataforma online especializada en alquiler, controla más de 3.000 apartamentos en nuestra ciudad, lo que convierte a esta opción en una vía en auge para esos ciudadanos que deciden pasar temporadas aquí antes de adquirir una vivienda.
Una iglesia sueca, una noruega, supermercados y restaurantes escandinavos, periódicos nórdicos hechos en Torrevieja, un consulado sueco y uno noruego y las oficinas de atención al cliente que tiene la aerolínea Norwegian con cien empleados son otra muestra más de la importancia y el interés de los ciudadanos nórdicos por nuestra ciudad. Cuenta García que en la misma mañana pueden leer en Torrevieja el periódico de Estocolmo impreso y que factores como ese, la bajada del precio de los billetes de avión o la facilidad de las comunicaciones por internet han impulsado también que la gente se anime a venir y no se sienta tan lejos de su país. “Me contaron hace tiempo que los primeros grupos tenían que venir en avión a Palma de Mallorca, luego cogían un barco hasta Alicante y de ahí en autobús o taxi a Torrevieja”, nos dice.
Ahora se acerca la Navidad y muchas de estas personas se irán para disfrutar estos días en familia. Luego regresarán y estarán hasta antes de verano -cuando empieza el calor más intenso- para después volver en septiembre. Unos patrones de movimiento que demuestran que la movilidad humana cambia y evoluciona, y que gracias a la democratización de algunos sectores el mundo es un poco más diverso y global. Un poco mejor.