Vuelvo estos días al Diario íntimo de Unamuno. Subrayo. Anoto. Comento. Mantengo con este pequeño libro una conversación constante desde hace años. Lo escribió en un periodo de profunda crisis. Frases penetrantes. Apuntes de lecturas. Tiene más carga teológica que filosófica. Está dividido en 5 cuadernos. El número 2 es un volver constante a ciertos pasajes del Evangelio de Juan. Me viene a la memoria Pascal.
En una de las últimas anotaciones, ya en el cuaderno 5, apunta Unamuno: “Cuanto más fría esté el alma más al despertar de sus noches espirituales se encuentra empapada en el rocío de la gracia”.
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Hay que sobreponerse a todo, hasta a uno mismo.
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Tengo la suerte de pertenecer al club de lectura más selecto que conozco, formado por sólo dos personas (mi comadre Ar. y un servidor) y con una sola obra como motivo de su existencia. Una obra, eso sí, compuesta por 46 libros y que sólo leemos en algunas semanas ociosas de verano. Se trata, claro, de los Episodios Nacionales de Galdós. ¿Cuántos veranos necesitaremos? ¿Y qué importa?
Galdós, en El 19 de marzo y el 2 de mayo, a propósito del Motín de Aranjuez, pero hablando, como todos los clásicos, en riguroso presente: “La turba es valiente en presencia de estos ídolos indefensos, para quienes ha sonado la hora de la caída. Tienen estos en contra suya la fatalidad de verse abandonados de improviso por los amigos tibios, por los servidores asalariados, y hasta por los que todo lo deben al infeliz que cae; de modo que a las manos del odio justo o injusto, se unen, para rematar a la víctima, las manos de la ingratitud, el más canalla de todos los vicios”.
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El verano y sus señales de agotamiento. Septiembre cada vez más cerca.
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Es curioso cómo funcionan los recuerdos. Creemos que somos nosotros los que controlamos su mecanismo cuando en realidad son ellos, nuestros recuerdos, los que se empeñan en controlarnos a nosotros.
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Pasando canales de televisión veo que en una cadena están dando El coloso en llamas. Sin nada mejor que hacer decido verla un rato. No lo hacía desde que, siendo adolescente, me impresionó, como a tantos. Y sí, el momento en el que Paul Newman y Steve McQueen suben a colocar los explosivos para hacer volar los tanques de agua y así intentar apagar el incendio, sin saber si les dará tiempo a bajar, me siguió emocionando. El valor del sacrificio continúa siendo alimento para el alma, a pesar de no tener mucho predicamento en la actualidad.
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Reunión ente amigos. Piscina, vino, conversación. Y la noche que nos encuentra hablando de dolencias de todo tipo. Nos lo tomamos con humor, pero veo que todos somos conscientes de los años que, afortunadamente, vamos atesorando.
La luna, medio oculta, también se pega un remojón en el agua.
Marco Antonio Torres Mazón