La iglesia de la Inmaculada de Saint-Omer,en Francia, se consume pasto de las llamas de un incendio que, según parece, se tendrá que investigar. No es la primera vez que esto sucede. Imagino que no será la última. La persistencia con la que tienen lugar este tipo de actos (incendios de iglesias católicas, profanación de lugares de culto católicos, cementerios, imágenes, etc) en Francia es alarmante y, también, un aviso para navegantes. No todos los medios, como viene siendo habitual, dan la noticia.
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Qué visión de la fe tan pequeña, reduccionista y sectaria tienen algunos. Para ellos la Salvación se parece más a un club muy selecto (al que ellos pertenecen) que a una Gracia (que son incapaces de comprender). La absoluta certeza con la que pregonan la verdad es el primer síntoma de que no entienden nada. Con esta forma de actuar ahogan el Misterio hasta hacerlo desaparecer. Y desaparecido el Misterio…se acabó la fe.
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Día en Altea con A. con E. Pasear entre el blanco de las casas y el azul del mar. Respirar. Después, una visita a unas bodegas y una pequeña cata/degustación. La montaña, la naturaleza. Todo en la mejor compañía. Un arroz sintiendo la brisa marina y a seguir paseando. Y entonces, como un relámpago, aparece el recuerdo: hace justo un año, en este mismo día, ingresabas en la UCI de un hospital. La vida y sus cuestas y desniveles. No nos acostumbramos a agradecer cada segundo que estamos vivos, con los nuestros, disfrutando del milagro de existir. Se nos olvida, con una rapidez pasmosa, lo frágil que es todo. Un día estás en el hospital temiendo por tu vida; otro día paseas por Altea con tu familia.
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En el libro Paciencia con Dios. Cerca de los lejanos, de Tomas Halik, hay un capítulo precioso, titulado “Lejos de todos los soles”, donde el autor pone en relación a Santa Teresa de Lisieux y a Nietzsche y sale completamente airoso. Libros así hacen mucha falta. Están sustentados en una poderosa fe y una poderosa inteligencia. El cruce constante de referencias, de los Evangelios (en especial el pasaje de Zaqueo) a Pascal, Merton o San Juan de la Cruz, demuestran un dominio claro de los autores fuertes, claves para todo creyente. Tenemos que conocer y apreciar toda nuestra cultura cristiana. Sólo así podremos saber qué estamos defendiendo y qué no podemos dejar perder. Y todo ese caudal tiene que pasar de nuestras manos a las de nuestros herederos. Ningún eslabón de la cadena puede romperse.
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La rapidez de la anochecida. A las ocho y media ya se oculta el sol. Y la lluvia golpeando los cristales de la ventana y la memoria.
Marco Antonio Torres Mazón