Ars Creatio, con la colaboración del Instituto Municipal de Cultura «Joaquín Chapaprieta Torregrosa» y el Ayuntamiento de Torrevieja, ha organizado el XVI Ciclo de conferencias «Torrevieja y el Mar» (2024). El salón principal de la Sociedad Cultural Casino de Torrevieja, completamente lleno de público, fue el escenario, el viernes de la primera de las sesiones, con la presencia de los concejales Federico Alarcón y Domingo Paredes. Presentó el acto Eliseo Pérez Gracia, paisano y compañero del ponente durante parte de su época estudiantil.
Luis Miguel Pérez Adán ofreció una emotiva y detallada conferencia sobre el naufragio del transatlántico italiano Sirio (barco muy apreciado, construido en los astilleros de Glasgow en 1883) en la costa de Cabo de Palos. El buque fue conocido como «el Titanic del Mediterráneo», aunque la tragedia de éste acaecería casi un sexenio después. Comenzó el ponente con una canción elaborada a partir de un trovo de José María Martín con música producto de la inteligencia artificial. Incidió asimismo en las conexiones de todo tipo entre Cartagena y Torrevieja, a pesar de las divisiones administrativas. Como ejemplo, citó que el terremoto de marzo de 1829 también afectó a la Ciudad Departamental, hasta el extremo de que los seis conventos en ella existentes quedaron completamente derruidos, causa de su pérdida, y no, como se creía, la posterior desamortización emprendida por Juan Álvarez Mendizábal. Otro conocido episodio de la historia común de ambas localidades fue la revolución cantonal de 1873, con Concha Boracino y Antonete Gálvez como respectivos protagonistas.
Dentro de las circunstancias del aciago día, Pérez Adán recordó que estos grandes buques solían trasladar habitualmente a emigrantes con destino a América (entonces tierra de provisión para muchos europeos) que, por un precio menor, eran llevados por otros barcos hasta el transatlántico, ya en ruta, y que se hacinaban en las bodegas. De esta manera, se incrementaba el pasaje de una manera ilegal. Aunque los números oficiales reflejan 892 viajeros, seguramente éstos superaban el millar. Constan como fallecidos 370, y los demás, 522, como supervivientes.
En la mayor operación de salvamento emprendida por civiles, la mayoría pescadores, destaca la heroicidad de Vicente Buigues, natural de Moraira y capitán del pailebote Joven Miguel. Cuando nadie más se atrevía a nada semejante en aquellos momentos de angustia, se acercó hasta el Sirio con su barco y dispuso el botalón a modo de puente para que por él pudieran acceder al que se convirtió en salvación de unas 450 personas. Paradojas de una situación límite como aquélla, para convencer a su propia tripulación hubo de blandir un revólver, e incluso llegó a dispararlo para que el salvamento se llevara a cabo con cierto orden y sin que nadie abusara en su desesperación. Al margen de cualquier juicio moral que no corresponde efectuar, fue condecorado en España (tras lo cual trabó amistad con el rey Alfonso XIII) y en Italia. También fueron recordados por su benéfica labor los nombres de Antolino, el tío Potro y los fareros de la Hormiga.
El ponente fue crítico con la actitud de la tripulación del Sirio, que huyó dejando al pasaje a su suerte y con el pánico agravando la catástrofe. Cuentan diversos testimonios las escenas más épicas y también las más crueles en los intentos desesperados de salvar la propia vida. En la época, por lo general la gente no sabía nadar (la isla Hormiga podía haberse alcanzado a nado con relativa facilidad), y una caída al agua significaba lo peor. Quizá de haberse organizado un salvamento como se requería, habrían sobrevivido muchas más personas, pues el Sirio no se hundiría del todo hasta el 21 de agosto.
Otra consecuencia fue el perjuicio acarreado precisamente a los que antes que nadie se ofrecieron a ayudar. El público se retrajo durante meses de comprar pescado por el temor a que hubieran comido cadáveres, y muchos pescadores, que en sus pequeños laúdes habían rescatado a los primeros náufragos, se quedaron sin compensación económica. Es conocido el rumor que corrió por Torrevieja de que en un atún había aparecido el botón de cierta prenda interior de un tripulante.
Entre las numerosas personalidades que viajaban en el Sirio, se encontraba Lola Millanés. Su cadáver apareció en Torrevieja varios días después, entre los que las corrientes desplazaron hacia el norte, precisamente cuando en un periódico se publicaba erróneamente que había sobrevivido. La circunstancia de la famosa cantante, enterrada en nuestra ciudad, es más conocida, por haber sido tratada en otras conferencias. Su trágica muerte es un vínculo más entre Cartagena y Torrevieja.
La presidente de Ars Creatio, Josefina Nieto, entregó a Pérez Adán la metopa de la entidad cultural en agradecimiento a su colaboración. Además del recordatorio de un tremendo episodio, la narración del cronista oficial de Cartagena puso ante nuestro pensamiento lo mejor y lo peor del ser humano, y, como subrayó Josefina Nieto, la difusa línea que separa una parte de la otra. Como el mismo mar, al que tanto debemos y que tanto nos ha quitado.
TITULAR: Ana Meléndez recopiló historias de piratas en las atribuladas costas de Cap Cerver (ss. XIV a XVI)
El sábado en el Casino, igualmente lleno de público, tuvo lugar la segunda conferencia del ciclo, con la que se cerraba la edición de 2024, organizada, como cada año, por Ars Creatio. Al acto, presentado por la doctora María Luisa Molina, miembro de la directiva, asistió la concejal, Concha Sala.
Ana Meléndez Zomeño, divulgadora del patrimonio cultural y asimismo directiva de Ars Creatio, puso por título a su conferencia «Piratas en Cap Cerver. Siglos XIV a XVI». Al principio de su meticuloso trabajo, citó a los principales autores que le han servido como fuentes de una abundante información, desde Pedro Bellot hasta nuestro contemporáneo Pablo Paños. Tomando como referencia el pensamiento del historiador francés Fernand Braudel (no hay piratería si no hay comercio), la ponente destacó la gran actividad mercantil desarrollada en el enclave de Cap Cerver durante los mencionados siglos, en un espacio histórico que coincide con la actual línea de costa de Torrevieja (desde La Mata hasta Cala Ferrís), entre los intereses estratégicos de la Corona de Aragón y de Orihuela.
La primera referencia a Cap Cerver se recoge con Jaime II en 1305, y la primera de La Mata en 1325, gracias a los numerosos datos de cargamentos y de fletes que operaban en el fondeadero natural. Leonardo Soler Milla ha localizado en los archivos históricos de las repúblicas de Venecia o Génova referencias a la compra de sal procedentes de La Mata y de Cap Cerver desde inicios del siglo XIV.
En cuanto al topónimo, Meléndez mencionó el interesante trabajo de Juan Antonio Pujol en el que sostiene que se debió a los ciervos. El historiador local Rafael Torres expuso que en la Geografía de Ptolomeo, este cabo tenía el nombre de Cerne («lo que es fuerte y sólido»). Ana Meléndez resaltó asimismo la coincidencia con el nombre de un promontorio del sur de la actual Francia mediterránea (Cap Cerbere). Y también consideró la hipótesis de que lo trajeran colonos de Lérida (Cervera, localidad de esta provincia, tiene ciervos en su escudo), a partir del estudio de Torres Fontes, que incluso da porcentajes de ciudades de procedencia de los repobladores de la Vega Baja.
Diversos historiadores han estudiado las peculiaridades de las torres de Cap de l’Aljup (actual Santa Pola) y de Cap Cerver. Servían de lugares de refugio y de bastiones para proteger las alquerías de las comarcas ilicitanas y orcelitanas, respectivamente, además de facilitar la salida al mar de sus productos. Ambos cabos, por sus condiciones naturales, resultaban idóneos para actividades portuarias, pero la competencia de Alicante, entre otros motivos, no generó embarcaderos duraderos. La falta de infraestructuras, la despoblación y el peligro de piratería se mantendrían durante mucho tiempo sin solución.
Centrándonos en Cap Cerver, es una aldea con un fondeadero natural amparado por una torre con almacenes y unas casas que participa en las redes del comercio de la sal en el Mediterráneo, y también salida del trigo de Orihuela que provee a Valencia. Tras la conquista de la Vega Baja por las Coronas de Castilla y de Aragón y del tratado de Elche en 1305, aquélla queda partida en dos de forma antinatural. La Corona de Aragón necesita, con el asentamiento de población, una salida al mar para su expansión: la política de consolidación del espacio fronterizo tiene por objetivos la repoblación y la activación de las relaciones comerciales marítimas. Para ello se otorgan numerosos privilegios, la franquicia de barcos o la autorización de Jaime II de la construcción de una torre, la que con los siglos daría nombre a la ciudad. Como anécdota, la conferenciante recogió la mención que Leonardo Soler Milla hace en su tesis del que podría considerarse «el primer torrevejense», Bernardo Torner (1336), de Capite de Cerver.
Para dar protección al fondeadero ante la actividad pirática, las torres se constituyen en el principal baluarte del sistema defensivo. El alcaide, los torreros o atajadores alertaban del avistamiento de piratas con ahumadas o almenaras y eran socorridos desde Orihuela para la intervención de milicias, que en muchas ocasiones no llegaban a tiempo. Estos mismos guardas y los pescadores se convertirían en las principales víctimas en el lucrativo negocio del pago de rehenes, el objetivo más codiciado. Al difícil oficio de los pescadores se sumaba el de ser sorprendidos por los piratas. El cartel que anunciaba esta conferencia recoge la captura de un pescador por dos piratas (representación pictórica procedente del Códice Rico de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, siglo XIII).
A partir de la segunda mitad del siglo XVI, la defensa de la costa se convierte en un problema de la Corona de Aragón y se presentan propuestas defensivas. La costa alicantina se protegió con numerosas torres vigías. Sobre el mismo cabo Cervera se autorizó la construcción de la torre nueva de Cap Cerver hacia 1553 (desde entonces, la torre que autorizó a construir Jaime II en 1313 pasó conocerse como la torre vieja de Cap Cerver). La piratería tuvo continuidad en los siguientes siglos en función de la actividad mercantil del fondeadero hasta que, en el siglo XIX, en la ya reconocida villa de Torrevieja, se produce la «reconversión laboral» de piratas en contrabandistas, que seguirían aprovechando las facilidades que ofrecía la costa torrevejense.
La conferencia terminó con el relato de algunos de los casos documentados de ataques piratas y el del secuestro de un cristiano para ser canjeado por otro preso musulmán. Eran los tiempos que tocó vivir a los habitantes de Cap Cerver y de toda la zona.
Antonio Sala Buades