Notas de otoño III: Tiempo

Si hay algo que he aprendido con los años es que cuanto más tiempo tengo para escribir menos escribo. Pasa lo mismo con el tiempo para leer o el tiempo para rezar. Y cuando quiero preparar bien ese tiempo de escritura, con todo a mi gusto y acomodo, entonces las palabras se niegan a salir. Al final, poner la mano y coger lo que buenamente se pueda. Y dar gracias.

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            La noticia de una “cápsula suicida” (así la han definido en los medios) en Suiza. Un diseño futurista, de líneas suaves y colores relajantes, ergonómica…para morir en su interior cuando el gas se libera y los niveles de oxígeno bajan al mínimo. La estética de la muerte. Como en Auschwitz o como en el Gulag. Ya sólo falta que estas cápsulas entren en el proceso de construcción en cadena y venta al por mayor. Es lo que interesa; los números, bien sea el de los muertos o el de los balances económicos.

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            El tiempo que pasas escribiendo es un tiempo en el que eres plenamente feliz. Siempre ha sido así.

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            Escucho el último disco de Nick Cave, titulado Wild God, y veo que comparte con el último disco de Paul Simon (Seven Psalms) una profunda y serena, incluso celebrativa, espiritualidad. En estos primeros compases del otoño, la voz cavernosa de Cave nos acompaña cada mañana en el coche, mientras dejo a E. y a mis sobrinos en el colegio.

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            Asistimos a la Confirmación de mi ahijada M. en la parroquia de la Inmaculada. Qué rápido pasa el tiempo… Parpadeas y ya pasas de la Comunión a la Confirmación. Y así con todo. Quieres atrapar el momento, pero todo es aire, fugacidad. A lo mejor ese es el sentido último de la escritura: tratar de encapsular algún instante, preservarlo del roce de los minutos, las horas, los días. Cuando yo ya no esté aquí… ¿alguien leerá estas notas? ¿Se preguntará entonces, ese hipotético lector, quienes fuimos y cuáles fueron nuestros afanes?

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            La dama blanca es el tercer libro que leo en apenas unos meses de Christian Bobin. Como los dos anteriores me ha dejado un excelente sabor de boca. En este caso se trata de una reconstrucción de algunos aspectos de la vida de la poeta Emily Dickinson, pero de manera fragmentaria y sin atender a una cronología lineal. En algunos momentos, al hablar de Dickinson, Bobin también nos está hablando de él, como en este pasaje: “Lo propio de los contemplativos es no dejar de lado a nadie. El alma que se aproxima a su centro redescubre en él a la gente humilde de los que la rodean: el reino del santo es el reino de lo ordinario”.

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            La definición perfecta de mi carácter es la tarde del domingo en otoño.

Marco Antonio Torres Mazón