Amanezco con la noticia de la muerte del músico y actor Kris Kristofferson. Escucharé hoy alguna de sus hermosas canciones. El gran Billy en el clásico inmortal de Sam Peckinpah que tantas veces vi en mi juventud. Un western crepuscular que anticipó a otros que más tardes llegarían, como los dirigidos por Clint Eastwood. Descanse en paz.
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Voy andando por la calle tan absorto en mis pensamientos y tan distraído en mis cosas que paso de largo sin saludar a muchos con los que me tropiezo, con la consiguiente vergüenza de ir siempre a remolque con los saludos y dando explicaciones. Perdón, amigos, amigas, conocidos. No es que no quiera saludaros, es que ando con una boria en mi cabeza, como una niebla que nunca se disipa del todo. Soy, está claro, del club de los abstraídos.
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En Oriente Medio parece como si la Historia se empeñara en hacerse presente cada x años. Y cuando la Historia se hace presente todos sabemos lo que viene después…
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Curioso que ciertas editoriales más o menos religiosas/cristianas/católicas, así como sus libros, sean prácticamente invisibles para la prensa “cultural” de nuestro país. Una prensa que, en cambio, ensalza monolíticamente y todos a una los mismos libros y las mismas editoriales. Algún mal pensado podría decir que lo que la prensa “cultural” quiere es que leamos todos lo mismo y no leamos nada que pueda alimentar lo que de más espiritual hay en nosotros. Pero no, no seamos mal pensados.
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Terminar el día en silencio. Escribiendo y leyendo. Y cerrar los ojos y abrirlos al sueño y a la noche.
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Vuelvo a ver, después de muchos años sin hacerlo, la película El fantasma y la señora Muir, del año 1947. Es incluso mejor de lo que recordaba. Delicada y simpática, verdadera e inocente. Resulta complicado pensar en algo así hoy en día. Por no hablar, claro, del tema: el amor más allá de la muerte. Lo que implica verdadero “amor” y una creencia (fe) en la vida más allá de la que estamos ahora mismo viviendo. ¡Y el fantasma de un viejo lobo de mar que lee a Keats, ahí es nada!
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Un trozo de bizcocho de calabaza de A. quita todos los males y decora este otoño con sus mejores galas.
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A veces tenemos que colocarnos justo en el otro extremo de donde está todo el mundo, pues sólo así se consigue equilibrar algo la balanza.
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Cuando quieres decir mucho, escribe poco.
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El silencio es siempre la frase más larga.