En este tiempo en que la Iglesia dirige sus plegarias por las almas de nuestros fieles difuntos, tenemos especialmente presente a Nuestro Señor Jesucristo yacente en el sepulcro de Jerusalén. Son días de recordar a nuestros seres queridos, que pasaron por este mundo sabiendo que el Maestro de Nazareth tiene preparadas para sus almas una infinidad de estancias en el Reino de los Cielos. El cuerpo ya sin vida de Jesús nos ha acompañado durante 70 años, especialmente en su altar de la Parroquia Arciprestal de la Inmaculada Concepción, donde se erige una capilla ardiente permanente abierta a todos los fieles llamados a orar ante un cuerpo que es preludio de la eterna resurrección. Mirando fijamente las llagas del Cordero inmolado recitemos estos versos para que suban como el incienso ante la presencia del Padre eterno:
Hoy Señor quiero rezar junto a tu cuerpo yacente,
un cuerpo sin límite abucheado por el pueblo.
En tus llagas encontramos un refugio permanente
sabiendo que eres en nuestro camino el eterno consuelo.
Te presentamos en este día la oración más sincera,
la plegaria que brota de un corazón atribulado.
Mira con bondad las almas que viajan serenas
esperando encontrar el rostro del Mesías anunciado.
Eduardo Aranda Hortelano