En la calle Clemente Gósalvez existe un lugar mágico. Un lugar que se intuye por la presencia de un marinero pintado en la fachada y donde, nada más entrar, se respiran sentimientos, belleza y creatividad. Es el taller del torrevejense Israel Nicolás, un pintor que empezó dibujando detrás de unos informes que le llevaba su tío y que hoy crea una obra tan sincera que es difícil no emocionarse al verla. Con influencias del clasicismo y del arte centroamericano y sudamericano, Israel ha creado su propio estilo, su propia letra.
Nosotros nos hemos trasladado esta semana hasta el taller para ver cómo trabaja el pintor en sus próximos proyectos: las tres exposiciones que tiene este año en Madrid y Altea y terminar las ilustraciones para una nueva gama de sabores que sacará en verano la empresa de helados canadiense Pop Culture.
Vista Alegre: ¿Qué han reflejado tus obras a lo largo del tiempo?
Israel Nicolás: Cuando eres pequeño lo ves de forma natural, pero cuando tienes conciencia de ti mismo y de lo que haces, empiezas a buscar los porqués. Es algo que vas depurando con los años. Antes mi obra era más pura y tenía más verdad. Conforme te vas haciendo mayor, te alejas de esa pureza de la vida, te sumerges en este mundo y te va constando más. Conforme vaya cumpliendo años voy a estar pintando más sobre un recuerdo que sobre algo actual. Yo me di cuenta de que mi pintura es un desahogo porque siempre la he visto como una necesidad vital más que como un trabajo. Busco transmutar las emociones internas y regar el mundo interior que de alguna manera creas en la infancia. Por eso intento ofrecer mediante metáforas o imágenes poéticas un mundo para aquella gente que escapa de esta realidad.
V.A.- Hablando de imágenes poéticas, las sirenas te han acompañado desde siempre.
I.N.-He crecido bañándome en el Mediterráneo y las sirenas me atraían muchísimo porque para mí son una metáfora entre lo terrenal y lo espiritual; es un personaje que reúne los dos mundos.
V.A.- Además, tu obra de la suerte es ‘La sirena y la tempestad’.
I.N.- Sí, es un cuadro que pinté muy joven, en una etapa en la que pensaba que había conseguido todo lo que anhelaba en la vida a nivel emocional y de estudios, y me di cuenta de que eso me generaba un vacío y que tenía que seguir buscando. Fue uno de los primeros cuadros que marcaron el estilo que tengo ahora y ha viajado conmigo siempre, hasta a México.
V.A.- Has pasado dos estancias en México. ¿Cómo surge esto?
I.N.- En mi casa se ha respirado mucho México. A mi madre le ha atraído mucho la cultura de allí y yo sabía que era un viaje que tenía que hacer alguna vez en la vida. Fui a experimentar y me quedé un tiempo empapándome de todo.
V.A.- ¿Qué te aportó esta estancia a nivel artístico?
I.N.- Me ayudó a mezclar iconografías y me aportó madurez. Es un país con muchas luces y sombras, y eso te remueve y se refleja en lo que pintas. Es una obra que tiene que ver más con la muerte, con los temas desagradables de la vida, pero al mismo tiempo aprendes a encontrar esa belleza en la melancolía, en las catástrofes. Es una belleza que se escapa de lo habitual y convencional.
V.A.- En tu obra hay una parte muy mágica, fantástica y surrealista.
I.N.- Siempre me he imaginado mucho los temas que a lo mejor existen en otro plano. Pintar un cuadro de fantasía es como escribir una carta a alguien que está en otro mundo pero que está conectado contigo.
V.A.-¿Qué miedos siente un artista?
I.N.- Lo que más miedo me da a mí es que se me vaya la inspiración y ya no me vuelva. Es una cosa muy abstracta. Es una fuente de la que vas cogiendo, pero hay veces que esa fuente se seca. Mi primera crisis de inspiración fue en la universidad y me asusté mucho. Ahí acepté que había momentos así y que de vez en cuando es necesario parar.
V.A.- Tienes un autorretrato impactante que trata sobre tus miedos.
I.N.- Ese cuadro es de mi época de universidad en Altea, cuando sentí más inseguridades porque me encontré con mucha gente que pintaba y con muchos egos – los de los demás y el tuyo propio-. Esta profesión, si te confundes, la puedes basar en el ego. El truco creo que está en verte a ti como un hilo conductor.
V.A.- Has dicho en alguna ocasión que te sientes influenciado por pintores del realismo mágico, pero lo que es cierto es que has logrado tener un estilo muy propio y tus cuadros son fácilmente identificables.
I.N.- Muchas gracias. Yo creo que eso puede ser fruto de cuando pintas para ti. En mi caso, pinto de puertas para dentro y luego lo enseño. Mi norma siempre es tener una verdad ahí. Pintar tiene que ser un acto íntimo contigo mismo, algo de regeneración, reconstrucción, de sacar una emoción negativa que tienes dentro y convertirla en algo bello. Cuando tiras por ahí vas creando tu propia letra.