Por Miguel Enrique Fernández Benito
De fiesta en fiesta y tiro porque me toca. ¡Qué increíble país tenemos!¡me encanta! Pues sí, ya es Carnaval, y como habrán deducido ya si me han leído antes, tengo la fea costumbre de preguntarme por el origen de las cosas y, ya que estoy, compartirlo con ustedes.
Aunque tradicionalmente se cree que el Carnaval tiene un origen católico, lo cierto es que debemos retrotraernos un os siglos más atrás. Como casi todo, nuestra cultura bebe de la civilización grecorromana. Sí, de los romanos. Esos a quienes Astérix y Obélix felpaban cada día. Era entonces, a finales del mes de diciembre, cuando se celebraban las Saturnalias, unas fiestas paganas en honor a Saturno para que este propiciase un buen comienzo del año agrícola. En esta fiesta los romanos se echaban a la calle buscando todo tipo de placeres: comida, bebida, sexo… ¡Pues no estaban tan locos estos romanos! De hecho, ésta era la única festividad donde se permitía un cambio de roles entre patricios y esclavos, utilizando máscaras para ello. Un ejemplo de lo que cuento es que en cada casa los dueños cocinaban y servían a sus esclavos.
Estas fiestas de excesos se acaban en la Edad Media cuando la Iglesia Católica empieza a tener mucha influencia en la vida cotidiana de la población y ésta no veía con buenos ojos tanta lujuria. ¡Vaya rollo! Así, el Carnaval pasa a ser una representación teatral gracias a compañías de actores que actuaban en las cortes de los nobles con máscaras que representaban los vicios de los hombres.
Poco a poco esto fue derivando en una relajación de la estricta doctrina católica para hacer más llevadero el periodo de loa Cuaresma. Precisamente el término carnaval proviene del latín “carnem levare”, que significa literalmente “privar de la carne”, haciendo alusión al último banquete previo al día anterior a la Cuaresma, cuando se prohíbe la ingestión de carne. Y es por ello que la fecha del carnaval no es fija: comienza el jueves lardero o gordo y acaba el martes siguiente, antes del Miércoles de Ceniza cuando comienza la Cuaresma.
Sí podemos afirmar entonces que el origen del carnaval como lo conocemos hoy tiene su origen en Italia, y es lógico si pensamos que es un país de tradición católica pero también la cuna del mundo romano. Ellos fueron capaces de compaginar ambas tradiciones y hacerla una. Y esto es así pues la primera evidencia que tenemos se remonta al siglo XIII tanto en Florencia como en Roma, que pronto se extendió por la Península Itálica y después por todo el mundo cristiano y, por ende, a nosotros, que nos gusta más una fiesta que a un tonto un lápiz.
Ya en España, el Carnaval se origina en Cádiz en el siglo XV gracias a la presencia de mercaderes y comerciantes venecianos, de los que heredamos la costumbre de disfrazarnos, y que evolucionó debido a la introducción de elementos autóctonos como las Chirigotas, como medida desenfrenada de crítica social y a sus gobernantes sin temor a sufrir represalias.
Aunque el Carnaval también está muy vinculado en Tenerife, donde llega en el siglo XVII, yo diría que es una de las fiestas favoritas entre los españoles y los torrevejenses pues da lugar a la diversión, al desenfreno y a eso que nos gusta tanto como es salir a la calle.
En nuestra ciudad, aunque el Carnaval se celebraba con grupos de amigos que salían a cantar y bailar por sus barrios, durante el franquismo, como en toda España, se prohibió la celebración (vaya tío aburrido), lo que generó en fiestas clandestinas. Pero ya en la década de los 80 comienzan a organizarse pequeños desfiles gracias a “los Amigos del Carnaval” y su primer presidente José Antonio Montesinos. Desde entonces, poco a poco la familia del Carnaval fue creciendo, introduciéndose en los 90 las figuras de las reinas; las “murgas carnavaleras, que al principio se llamaban “Habaneras Carnavaleras”; el “Teatrico”; y finalmente el “Concurso-Gala de Drac Queen” han dado tal empaque a nuestro carnaval que fue declarado “Bien de Interés Turístico Regional”.
Así, el significado de la Fiesta de Carnaval hay que buscarlo en la ocasión que aprovecha la gente para vivir días de diversión exagerada. En tal contexto la posibilidad que brindan los disfraces y las máscaras para mantener el anonimato permite que cada uno asuma el rol que desee y desnude su identidad al completo.
Aunque un servidor no es un experto sí conozco a fondo esta festividad pues mi familia es muy carnavalera, y es por ello que me gustaría tener un pequeño recuerdo y homenaje a todas las comparsas y agrupaciones, a las que están y las que ya no están, que hacéis posible nuestro carnaval, pues de primera mano soy consciente del gran esfuerzo que hacéis durante todo el año con la elaboración de los disfraces, las coreografías, los ensayos, etc. Y es sólo gracias a vosotros y vosotras por lo que nuestro Carnaval de Torrevieja es propio, único, singular y el mejor de toda la provincia sin duda.
Así que: salid todos a la calle y ¡que viva el Carnaval!