Por Miguel Enrique Fernández Benito
Seguimos la serie que comenzamos en el artículo anterior sobre las civilizaciones antiguas. Esta vez les toca a los griegos, esos que se han hecho famosos por las pelis de 300, el Caballo de Troya y Ulises y su Odisea. Todos conocemos esas historias, pero ¿qué hay de veraz en ellas? A continuación, trataremos de desentrañar datos curiosos y corregir algunos falsos mitos.
En el 2500 a.C. surge una sofisticada civilización en la isla de Creta, la minoica, quienes construyeron grandes palacios e inventaron una forma de escritura a partir de sus contactos con los egipcios. Sin embargo, en 1450 a.C. se colapsa. Se cree que quedaron muy tocados por la explosión del volcán de Tera (Santorini), y después fueron absorbidos por los micénicos, quienes se habían desarrollado como cultura en el continente. Éstos eran guerreros, pero también grandes comerciantes y artesanos. Pero en 1200 a.C. también entran en decadencia y en 1100 a.C. toda Grecia ha sido ocupada por “los pueblos del mar”, entre ellos los Dorios. Esta amalgama de culturas hizo que hacia el 800 a.C. surgiera una nueva civilización basada en ciudades estado como Esparta o Atenas. Aquí surge la época de esplendor de Grecia, su Época Clásica. Sobre el 490 a.C. los persas intentan conquistar la Hélade (la Grecia de entonces) y se da las Guerras Médicas, pero no lo consiguen gracias a ligas entre varias ciudades, y como el humano es joditero por naturaleza, entonces se enzarzan entre ellos en las Guerras del Peloponeso que acaban en el 404 a.C. Mientras tanto, en el norte, el poder de Macedonia crecía y en el 338 a.C. Filipo, padre del máquina Alejandro Magno, venció a los griegos y en 336 a.C., tras su asesinato, le releva Alejandro, que conquistará medio mundo conocido (desde Egipto a India). Pero tras la muerte de éste las ciudades griegas son de nuevo independientes hasta que las conquista Roma en el 86 a.C. y la incorpora como provincia.
Y ahora, tras esta breve historia vamos al salseo.
Como podéis intuir, la civilización griega no era un país, sino un conglomerado de ciudades independientes que controlaban un territorio cercano a ellas. Cada una tenía su forma de gobierno y sus leyes, y sólo tenían en común la lengua y la religión. Aunque cada ciudad tenía su dios “favorito”, los demás eran aceptados. Es por eso que siempre estaban enfrascados.
Siempre se ha dicho que Atenas inventó la democracia, pero ésta no era tal y como la conocemos hoy. Después de la tiranía de Pisístrato sus hijos se hicieron con el poder y cuando se les echó se implantó este modelo político en el que cualquier ciudadano podía ser elegido. Pero no votaban todos, sólo los ciudadanos de padres legítimos atenienses varones y mayores de edad, por lo que la democracia del mundo griego era un sistema político con carácter excluyente y muy restrictivo. Sin duda, limitaba la participación en la vida política a unos pocos elegidos, mientras que negaba este derecho a mujeres, a los que no habían nacido en la ciudad, y a los esclavos.
También se ha hablado mucho, aunque no en la historiografía si los griegos eran homosexuales. Este es un concepto idealizado que habría que explicar. No eran homosexuales sino pederastas (y pensaréis, joder, pues no lo has arreglado, ¡esto es peor!). Lo explico: las relaciones entre dos hombres adultos estaban mal vistas, pero en algunas ciudades (cada una tenía su ley) estaban instrumentalizadas como la formación de los adolescentes aristócratas en la que un mentor asumía la enseñanza militar, académica y sexual de un joven, que no era considerado hombre hasta la edad del casamiento. Lo tardío del matrimonio y el papel secundario de la mujer alentaba estas prácticas. El máximo exponente fue el Batallón Sagrado de Tebas, una unidad de élite formada por 150 parejas de amantes masculinos.
Vamos con Esparta. ¿De verdad eran tan duros estos tíos? Pues lo cierto es que sí. Era una sociedad en la que los ciudadanos autóctonos se preparaban exclusivamente para la guerra. Cuando nacían si no eras sano te arrojaban por un acantilado. A los 7 años pasaban a tutela del estado cuando comenzaba su formación militar. Así que imaginaros. Claro, que podían, porque tenían pueblos sometidos para que trabajasen los campos por ellos, si no de qué. Tuvieron un importante papel el la Batalla de Termópilas contra los persas. Lejos de la idealización de la peli 300, fue un hecho real; y antes también, en la Batalla de Maratón, en la que en 490 a.C. el espartano Filípides recorrió más de 40 kilómetros para avisar a los espartanos del desembarco persa en Maratón. De ahí el nombre de la carrera.
¿Y Alejandro Magno (356-323 a.C.) era tan magno? Aunque fue uno de los más grandes generales que el mundo ha visto, según fuentes antiguas su apariencia física no era muy atractiva. Bajo de estatura y fornido, era un gran bebedor de complexión ruda, voz rasposa y un temperamento impulsivo que en una ocasión lo llevó a matar a su compañero de batallas Clito en un ataque de ira. A medida que pasaron los años, Alejandro se volvió más paranoico y megalómano. Pero por sus victorias militares sí se ganó el título.
Por último, ¿existió el Caballo de Troya? Esta historia se menciona en la Ilíada de Homero (por cierto, se cree que él no la escribió), una canción épica sobre la Guerra de Troya. La evidencia arqueológica indica que Troya fue incendiada, pero lo del caballo solo es una fábula, quizás inspirada en que las máquinas para sitiar ciudades eran cubiertas con cuero de caballo mojado para evitar que se prendieran en llamas cuando les cayeran flechas con fuego.