Notas de otoño XIV: Dos recuerdos y un deseo

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Notas de otoño XIV: Dos recuerdos y un deseo

Era yo pequeño y vivíamos en el piso de la calle Patricio Pérez. Nochebuena. Mi cumpleaños. Media tarde. En la cocina, el humo de los cacharros al fuego anuncia los preparativos de una sencilla pero suculenta cena. Sencilla porque antes todo era menos complicado. Suculenta porque con poco todo nos parecía mucho: algo de aperitivo, un plato principal y postres navideños. Teniendo en cuenta que éramos cinco hijos pululando por un espacio tan pequeño, podemos decir que la cocina era como el camarote de los Hermanos Marx. Pero entonces sonó el teléfono. Teníamos dos, uno en el comedor y otro en la cocina. Mi hermana Gertrudis, algo mayor que yo, cogió el de la cocina, ya que tanto mis hermanos mayores como mis padres estaban muy ocupados con todos los preparativos. Sólo dijo el típico “dígame” y al rato comenzó a llorar desesperadamente. Yo me asusté muchísimo, y mi madre le cogió rápidamente el auricular, sospechando que debía ser algo muy grave. Preguntó quién era. Unos instantes después mis padres nos explicaban que la tía Rosario (tía de mi madre) acababa de morir, preparando también ella, para mi tío Miguel, la cena de Nochebuena.

            Ese año la cena fue rápida y triste. No hubo villancicos ni risas. Un poso de tristeza, apenas contenida, se instaló en todos nosotros. Mis padres se marcharon con el último bocado y nosotros, mis hermanos y yo, nos fuimos a la cama enseguida, con la esperanza de que, al amanecer, la hermosa y fría mañana de Navidad borrara todo rastro de pena en nuestros corazones.

            Sí, Jesús también nació esa noche.

            …

            Otro año, otra Nochebuena, la pasé en el hospital Vista Hermosa de Alicante. Uno o dos días antes sufrí fuertes dolores en la zona de la ingle. Tenía siete u ocho años. En plena edad para disfrutar de esas fiestas. Después de dos noches sin apenas dormir, por culpa del dolor y los vómitos, el médico aconsejó marchar al hospital de urgencias por posible apendicitis. Al llegar a Alicante me diagnosticaron, efectivamente, de apendicitis gangrenosa, con lo que fui intervenido en el acto, lo que salvó seguramente mi vida.

            Tengo el recuerdo claro de las monjas visitándome en la habitación y dejándome algunos regalos por mi cumpleaños el día de Nochebuena. Porque sí, Jesús también nació ese día.

            …

            Dos recuerdos que he querido compartir con todos vosotros, amigos lectores. Dos recuerdos no demasiado felices, ciertamente, pero que encierran en su interior una certeza: el milagro de la Navidad acontece bajo cualquier circunstancia. De hecho, es un milagro que superó todos sus propios obstáculos, como que esa pareja desesperada y necesitada no encontrara posada. Que ninguna noticia, por amarga que sea, aparte nuestra mirada de ese vital acontecimiento que cambiará nuestra historia de manera radical. Por eso, estimados amigos, os deseo a todos, desde este pequeño rincón del Semanario Vista Alegre que es Palabras Enmarcadas, una Feliz Navidad y un buen inicio de año 2025. Y como decía el pequeño Tim en el clásico de Dickens: Que Dios nos bendiga a todos.

            Marco Antonio Torres Mazón