Marco Antonio Torres Mazón
Tengo por costumbre en estas fechas escuchar la grabación de la representación del Don Juan Tenorio que Ars Creatio realizó en el Casino de Torrevieja en el año 2006. Pongo el cd en el coche y, en el trayecto de casa al trabajo o de casa al colegio a dejar a mi hija, voy disfrutando de esta historia inmortal como si de una serie se tratase, a base de episodios. He dicho que fue una representación y no es realmente así. Fue teatro leído, algo que se hacía por primera vez y que tuvo tanto éxito que se repitió en años sucesivos en diferentes lugares y con distintas obras. Pero es de esta primera, realizada el sábado 4 de noviembre de 2006 a las ocho y media de la noche en el casino de Torrevieja, de la que guardo un especial y muy personal cariño. Se cumplen 15 años ya de aquel otoño en el que Ars Creatio comenzaba a dar sus primeros pero firmes pasos. El recuerdo, año tras año, de las voces, inseguras muchas de ellas, de tantos compañeros queridos me acompaña en estos días tan especiales.
Recuerdo que no sabíamos si aquello iba a salir bien, si a la gente le gustaría o no, pero sí teníamos claro que si se hacía con una obra debía hacerse con el Tenorio de Zorrilla, que llevaba muchos años sin representarse en nuestra ciudad. No era algo solo de Torrevieja, ya que, por desgracia, son muchos los pueblos y ciudades que han perdido esta hermosa tradición suplantada por otros sucedáneos más o menos acertados. Otra duda era la modalidad elegida: el teatro leído. Algo así como realizar un programa de radio en directo. La voz era la protagonista. Nada, tan solo unos micrófonos, se interponía entre la palabra de José Zorrilla y el público que de forma atenta escuchaba. Decidimos, creo que de forma muy acertada, vestir todos de negro. Una especie de luto, apropiado en estas fechas, pero también una suerte de no-disfraz, de armadura protectora, de capa mágica bajo la cual desaparecer hasta que solo quede nuestra voz y nuestra palabra. Ensayábamos en las dependencias del antiguo colegio de las Carmelitas. No encuentro un lugar elegido con más tino y que tenga tanto espíritu “zorrillesco”. Cuando se acercaba la fecha del estreno y las tardes (de sábados y domingos, pues entre semana todos trabajábamos) de ensayos se hacían cada vez más largas e intensas, mi madre nos acercaba torrijas y calabaza y boniato al horno para merendar y recuperar fuerzas. Era todo, como pueden ver, muy casero, en el mejor sentido de la palabra.
Serían muchas las personas que me gustaría nombrar pero más, me temo, aquellas que la memoria me impediría recordar. Muchos están hoy al frente de Ars Creatio, desempeñando una labor ante la que solo puedo quitarme el sombrero. Nos costó mucho, al principio, construir los cimientos, pero veo con mucha felicidad que hoy la casa luce hermosa tanto por fuera como en su interior. Sirvan estas palabras y este recuerdo a la feliz memoria de todos ellos.