25 de agosto de 1938, la historia en nuestra memoria

Ochenta años se cumplen hoy, 25 de agosto, del bombardeo que sufrió Torrevieja en el que murieron 19 personas. Ese día la aviación italiana dejó caer más de una veintena de bombas sobre la ciudad ocasionando uno de los sucesos más oscuros de la historia del municipio. Hoy, ochenta años después de esa fecha que todavía duele, nuestro Semanario recuerda estos hechos convencido de que el olvido y la negación no son los mejores aliados del progreso y la justicia social. En este momento en el que la memoria es más necesaria que nunca, queremos rescatar del olvido selectivo aquello que pocas veces se ha contado de nuestra historia, de nuestras historias.
Entre 1937 y 1939 Torrevieja sufrió siete ataques aéreos de la aviación italiana dentro de las acciones que emprendieron para desmantelar los puertos republicanos. El más grave fue el del 25 de agosto de 1938, día en el que también se bombardearon otros pueblos del Mediterráneo. Eran alrededor de las 9 de la mañana y en la pescadería que se ubicaba en el Paseo había grandes colas de espera. En ese momento los ‘Savoia’ lanzaron sus bombas.
En este mapa elaborado por la historiadora Carolina Martínez López, y adaptado de un plano original de Victoriano Mínguez, se señalan los explosivos que se lanzaron.

Testimonio histórico

Dos días después de aquel 25 de agosto, el Consejo Municipal en sesión ordinaria abordó los hechos del bombardeo denominándolo “criminal atentado”. A continuación reproducimos una parte del acta, en el que el socialista Juan Samper Fortepiani, alcalde de la ciudad, ejerció de presidente.

“Acto seguido y antes de entrar en el orden del día, se dio cuenta por la Presidencia al Consejo del criminal atentado, por todos conocido, llevado a cabo contra nuestra inofensiva ciudad en la mañana del día veinticinco, por la aviación rebelde, en el que tantas víctimas se han ocasionado; acordándose por unanimidad conste en acta el más profundo sentimiento de la Corporación por las desgracias que a todos tan directamente nos afectan, y al propio tiempo la más enérgica protesta por el hecho tan cobarde contrario a lo más elementales principios de humanidad y civilización, con lo que se demostrará ante el mundo un caso más de barbarie justificativo de nuestra tenaz lucha contra los invasores de nuestra Patria, hasta conseguir la victoria final en nombre de nuestra libertad e independencia. Seguidamente y con el mismo carácter extraordinario se hace constar el sentimiento de la Corporación por la trágica muerte del interventor interino de este municipio Rafael Clemares Sala, una de las víctimas inmoladas por el vil atentado fascista, acordándose a su vez en principio, se le abone a su viuda el haber íntegro del presente mes, y para que se estudie para lo sucesivo el proyecto de pensión vitalicia que con arreglo a las circunstancias del hecho acaecido, disposiciones vigentes y medios dispositivos sea más factible de realizar. Como continuación al mismo hecho, se da lectura a los distintos telegramas y escritos recibidos de Corporaciones, Autoridades y particulares protestando por la agresión de que ha sido víctima esta población y adhiriéndose a nuestro duelo, acordándose se conteste a todos, agradeciéndoles muy expresivamente su atención y humanitario sentimentalismo en el momento de angustia y dolor que embarga a todos nuestros corazones”. (AMT- SIG-LH-17)

La historia oral de aquel día
Tener testimonios de lo pasó ese día no resulta algo sencillo. Muchos vivieron ese fatídico 25 de agosto, pero en un momento en el que los testigos directos cada vez son menos, la memoria de nuestra ciudad todavía se nos escapa por culpa del dolor y el temor.
Carmen Rojas y Lola Ferrández, dos torrevejenses, nos han contado cómo vivieron este día, y nosotros queremos darles las gracias por ayudarnos a recuperar la palabra hablada.
Con sus recuerdos, la colaboración de la técnico del Archivo Municipal de Torrevieja, Mari Carmen Cerezuela, y el impecable trabajo de investigación que hizo Martínez López en su libro ‘Un pueblo en la retaguardia’, escribimos estas páginas.

Carmen Rojas, nacida en 1929.
“Me acuerdo de ese día como si fuese ayer. Me levanté y salí a la puerta de mi casa en el barrio de la Punta. Iba corriendo, huyendo de mi madre porque me peinaba con tirabuzones y no me gustaba nada, y mi amiga Angelita me dijo que fuese con ella a darle de comer a unos gatos. Después de estar con los gaticos, mi madre me llamó para que me peinase y Angelita se fue hacia su casa. Justo al entrar por el patio empezaron a sonar los aviones. En mi casa había una chica que criaba a mi hermano y me cogió de la mano, me metió rápido y empezó a decirme que esos aviones iban muy cargados. Nos metimos las dos en la habitación y las bombas no las veíamos pero sí las escuchábamos, sonaban muy fuertes. Yo estaba deseando que terminase para salir a la calle, quería ver qué había pasado y solamente quería irme con mi mamá, que estaba en una habitación con mi hermanico, mi tía y su hija. Cuando salimos, la gente corría y lo que vimos es difícil de olvidar. Ese día murieron mi amiga Angelita, su madre y un hermano y nosotros nos fuimos hasta la Playa del Cura y nos metimos debajo de una caseta de playa.
Cuando mi padre llegó de pescar, no nos veía. Él desde el mar vio cómo se acercaban los aviones y empezó a decir: “por donde han caído, nos han dado de pleno”. Después de eso, mi padre nos llevó para La Mata hasta que terminó la guerra, mi tío era el alcalde de allí y él pensó que estaríamos mejor allí. Otros días hubo bombas incendiarias y nos asustaban diciéndonos que venían los moros, pero ese día sabíamos que los que tiraron las bombas eran italianos”.

Lola Ferrández, nacida en 1931.
“El 25 de agosto yo estaba con mis abuelos en Santa Pola porque mi abuelo era carabinero, era sargento, y lo destinaron allí, y mi madre se quedó en Torrevieja con mis hermanos que eran más pequeños. Ese día lo recuerdo como si fuera ahora, nosotros vivíamos en un piso que tenía una bodega grandísima y cuando escuchamos los aviones mi abuelo nos dijo: “esos van a bombardear Torrevieja”. Cuando se supieron las bajas, un cabo le dijo a mi abuelo que en nuestra familia había habido una porque su nuera, que estaba embarazada de tres meses, había fallecido. Mi tía, Francisca Vidal Baños, estaba en la ermita y vivía con su madre porque a mi tío lo mandaron de carabinero a Barcelona. Ella tenía un hermanico, Armandico, que tendría unos 3 años, y el crío estaba jugando por allí. Cuando empezó el bombardeo se fue a buscarlo y le gritaron que se metiera en casa, que el crío estaba resguardado. Su padre, su abuela y ella se metieron debajo de la cama, pero cuando su padre la llamó para que saliera, vio que estaba muerta; le dio la metralla y en caliente no se dio cuenta. Mi tío volvió cuando ella murió, pero se le quitaron las ganas de vivir. Nosotros nos volvimos a Torrevieja y nos fuimos a vivir a La Mata. Durante esos años pasamos mucho miedo, yo no era muy consciente, pero mi madre lo pasó muy mal. El día del bombardeo ella estaba en casa y mi padre pescando por el puerto. Todo aquello fue muy duro”.