Hay una expresión que ya se está utilizando con peligrosa naturalidad en los telediarios nacionales a la hora de presentar (los que lo hacen) la última hora de la guerra en Ucrania: “y, mientras tanto, en Ucrania…”. Es un sintagma que sitúa al espectador en un contexto muy determinado. Es como decirle al oído: “y, mientras usted está viviendo su vida confortablemente occidental, en suelo europeo se sigue librando una cruenta guerra”. Sí, en suelo europeo. Porque esa es otra; ahora les ha dado también, en esta guerra permanente del lenguaje por parte de los políticos y los periodistas, por decir que hay una guerra “a las puertas de Europa”. Mire, pues no. La guerra, para nuestra desgracia, no es en las puertas de Europa, que ya hace tiempo que fueron derribadas y de las cuales apenas nos queda el umbral, sino en pleno suelo europeo. Aquí mismo, como quien dice. Es posible que si se levanta de su cómodo sillón y se asoma al balcón, pueda escuchar, entre el sonido de las motos al pasar o de los grillos en la parra, el estruendo de las bombas de Putin. Es una forma de hablar, claro, o más bien de escribir, ya me entienden.
Una vez que asumimos, en nuestra estrecha mente politizada, que de las puertas de Troya ya no queda nada y que el asedio ha terminado, es cuando caemos en la cuenta de la triste realidad: la de saber que tras el largo y cálido verano vivido tal y como siempre lo hemos conocido, vendrá un otoño e invierno ruso, frío como la nieve y largo como una novela de Tolstoi o de Dostoievski. Y la pregunta clave es, no podía ser de otra manera, la que a todos nos ronda ahora mismo en la cabeza: ¿Estamos preparados para eso? ¿Lo están nuestros gobiernos? ¿Y nuestros líderes? Después de superar (o de estar en proceso de superar) una pandemia mundial, hija de la globalización del siglo XXI, nos vemos abocados a enfrentarnos a las consecuencias directas de una guerra larga en nuestro propio territorio. Hemos pasado del siglo XXI al siglo XIX en apenas dos años; del fin de la historia que profetizó Fukuyama al comienzo de otra oscura noche histórica. Tengamos preparadas las velas y las lámparas, nos harán mucha falta.
“Resistir” será otra vez la palabra mágica, repetida como un mantra por todos los líderes europeos y por todos los medios de comunicación. Sí, no quedará otra que resistir, como ya hemos hecho otras veces y como otros lo hicieron, a veces en peores circunstancias que las nuestras, antes que nosotros. Pero es julio todavía; el canto de las habaneras va y viene como las olas en la orilla del mar; un mar, nuestro mar, que ha sido testigo de las épocas más oscuras de la historia occidental, pero también ha sido la cuna de la que nacieron todos los principios por los que hoy tenemos que seguir luchando…y resistiendo.
Marco Antonio Torres Mazón