Me declaro un fan confeso de las notas a pie de página en los libros. Me gusta que sean largas, digresivas, que ocupen varias páginas y que consigan, gracias a su extensión, hacerte olvidar el hilo de la lectura. Ya sé que esto es un poco raro, pero todos tenemos nuestras manías lectoras, claro. Las notas a pie de página adquieren a veces la condición de muy alta literatura, ocupando en algunos casos un espacio mayor que el propio texto al que anotan. Dos ejemplos me vienen ahora a la cabeza. Uno es las notas a pie de página que Julián Marías puso a la edición crítica del libro de su maestro José Ortega y Gasset “Meditaciones del Quijote”. Algunas de las notas de esta edición son una verdadera lección de filosofía que no solo refuerzan el texto (uno de los libros fundamentales de nuestra historia) sino que crean un texto paralelo de, al menos, igual calidad. El otro ejemplo es de un libro que he leído hace unas semanas, “La biblia de Amiens”, de John Ruskin. Marcel Proust realizó la traducción al francés de este libro, y le colocó unas notas a pie de páginas que están entre lo mejor que escribió el autor de “En busca del tiempo perdido”. Unas notas llenas de sabiduría, gusto y precisión. Largas como autopistas y sinuosas como carreteras secundarias.
Ojalá en nuestras vidas pudiéramos meter, aunque solo fuera de vez en cuando, una buena nota a pie de página. Una nota que nos permitiera “parar” y “explicarnos” a los demás, sobre todo a los que más queremos. Una nota que fuera como una estación de servicio en la que paras después de muchos kilómetros de conducción, donde tomas un café y algún bocado y estiras las piernas. Donde recuperas fuerzas para poder seguir el viaje. Una nota que es como llegar a casa y quitarte esos zapatos que te aprietan después de caminar por toda la ciudad.
Decíamos la semana pasada que Septiembre, mes que ya estrenamos, era epílogo y prólogo al mismo tiempo; epílogo de un verano que ya nos die adiós y prólogo a un otoño que se impacienta por visitarnos. Un mes que es frontera por todas partes. Septiembre, con su “todo es nada”, con su prólogo y su epílogo, es también una nota al pie de la página del año que estamos viviendo. Un mes que nos permite recuperar y reiniciar muchos aspectos de nuestra vida casi como si estrenáramos un nuevo año. Un mes que ya nos explica cómo ha sido este 2022 y cómo podrá ser el año siguiente. El mes en el que todavía hace calor pero ya comienza a refrescar un poco cuando cae el sol. Sí, una nota a pie de página en nuestras propias vidas. Una llamada y un espacio que se nos concede y por el cual deberíamos, como siempre, estar agradecidos. A ver si, de este modo, conseguimos explicarnos.
Marco Antonio Torres Mazón