Trabajando por la integración

¡Es que nosotros podemos!, dice Gabriela. Esta mañana se ha levantado a las 5 de la mañana para empezar su jornada laboral en la empresa de aceitunas en la que trabaja y ahora, doce horas después, nos encontramos con ella en el economato de la Asociación de Discapacitados Físicos de Torrevieja y Almoradí (Amfa), donde hace prácticas en gestión del comercio.
Actualmente en la Comunitat Valenciana hay 23.300 personas desempleadas con una discapacidad reconocida, y su inserción laboral sigue limitada por el estigma y el rechazo social. Según la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe), siete de cada diez personas con discapacidad en edad de trabajar están sin empleo, lo que requiere la implantación de medidas y acciones para atajar esta situación. En Torrevieja, entidades como Amfa o Adiem (Asociación para la Defensa e Integración de las Personas con Enfermedad Mental) han puesto en marcha proyectos que rebajan estas alarmantes estadísticas y hacen efectivo el derecho de toda persona a crear su propio proyecto de vida.
Sandra Lorenzo es mediadora e intérprete de signos de Amfa. La asociación, entre sus distintas actividades, ofrece formación en su economato solidario, un local ubicado en la calle San Pascual en el que se proveen alimentos básicos a familias con necesidades que cumplen unos determinados requisitos. El economato es uno de esos lugares donde no se habla de caridad sino de dignidad. Es un lugar donde se rompen los estigmas y donde su acción mira en dos direcciones. Allí, algunos de los socios de Amfa ponen en práctica funciones de gestión de comercio, atención en caja, reposición de camiones y otras cuestiones como el desarrollo de habilidades sociales, la empatía o la atención al público. “Se estigmatiza a la gente con discapacidad como si fuese la que tiene que recibir ayuda y no, aquí las personas con discapacidad se forman y dan ayuda a otras personas que lo necesitan. Aquí cogen soltura, hacen pedidos, atienden al público y cogen tablas, aquí sienten que pueden conseguirlo”, dice Sandra. Irene Barona ya ha tenido su primera experiencia laboral en una tienda de ropa y allí descubrió que lo que más le gustó fue el contacto con el público y el trato con sus compañeros. “Me celebraron hasta mi cumpleaños”, dice inmensamente feliz. Está junto a Gabriela Quiroga en el economato y bajo la supervisión de Sandra están aprendiendo a desarrollar nuevas habilidades más allá de las que aprenden en su colegio, el centro Alpe.
Paco Canales, gerente de Adiem, también nombra el estigma, los mitos y las leyendas como principales limitantes. “El entorno les manda un mensaje de que no van a poder trabajar y las personas lo asumen”, nos dice. La asociación puso en marcha hace cuatro años el Centro Especial de Empleo ‘Inicia’ con el objetivo de crear oportunidades de empleo e insertar laboralmente a personas con enfermedad mental u otra diversidad funcional con un grado de discapacidad igual o mayor del 33%.
Según la Organización Internacional del Trabajo, la inclusión laboral implica la contratación periódica de personas con discapacidad en condiciones de trabajo decentes, con “libertad, equidad, dignidad y seguridad”. Las empresas y la Administración deben ser los garantes de que estas condiciones se cumplan y en este sentido Canales, quien hace un llamamiento al tejido empresarial, reconoce que en la enfermedad mental “hacen falta itinerarios”. “Son personas que tienen muchas y diversas capacidades para trabajar siempre que la empresa tenga un ajuste necesario. Hay que reducir el nivel de estrés, crear un clima laboral adecuado y fomentar el trabajo en equipo y la cooperación. Lo curioso es que en nuestro centro el absentismo laboral por motivos mentales es prácticamente inexistente”, nos dice Paco. ‘Inicia’ presta en la actualidad servicio de limpieza y conserjería a edificios institucionales -como bibliotecas o centros municipales- iglesias, residenciales y otras empresas privadas. Felix Cerdán es el propietario de la terminal de autobuses de Torrevieja y reconoce que está “encantado” con el servicio que le prestan desde ‘Inicia’. “Hacen un trabajo impecable y funcionan genial. Es más, mi experiencia es que tienen una motivación por superarse muy grande, y eso se nota mucho en el trabajo. En cuanto supe que prestaban estos servicios pensé en ellos porque además de que no tenía ninguna duda de que iban a hacer el trabajo perfectamente, se les da una oportunidad”, afirma Félix.
Daniel Fernández ha trabajado en distintas empresas y acaba de lograr lo que para él es casi un sueño: tener un trabajo de larga duración. Él es uno de los 135 jóvenes que se ha incorporado al Ayuntamiento este verano y durante doce meses tendrá la oportunidad de desarrollarse profesionalmente. “Espero aprender y coger experiencia”, dice. Tiene 20 años y ha sido alumno del colegio Alpe, donde asegura que sintió un calor humano en sus profesores y compañeros que no encontró en el instituto. Desde 2016, que tuvo su primer contrato, ha hecho varios cursos y ha adquirido experiencia en hostelería, limpieza, mecánica y en comedores escolares, y ahora, que está trabajando en el área de servicios del Consistorio, dice que todo le gusta. “Lo que me gusta es tener trabajo y tener uno que sea fijo. Quiero independizarme y poder vivir con mi novia”. En este camino sabe que el apoyo de su familia, de su madre, ha sido clave. “Su apoyo ha sido muy importante para conseguir esto”, dice, consciente de que no todas las personas tienen esa suerte. Cuando salió la convocatoria para el Empuju, Dani trabajaba en una hamburguesería en la que después de unas semanas, le subieron el número de horas. “Ellos me dieron la oportunidad y me dijeron que hacía el trabajo como una persona normal. La gente tiene que luchar por lo que quiere, tiene que perseguir sus sueños. Yo he conseguido trabajar, que es lo que quería. Quería un trabajo y algunas veces me desesperaba, pero sabía que tenía que seguir intentándolo y seguir echando currículum. Hay que creer en tus posibilidades y no rendirse”, afirma reivindicando que por tener un certificado de discapacidad, no se es menos capaz. “Trabajo al mismo ritmo que mis compañeros y soy una persona a la que le gusta que le digan lo que no hace bien porque quiero mejorar”.
¿Cuántas veces tienen que decírnoslo para que nos lo creamos?, ¿cuántos testimonios tenemos que escuchar?, ¿qué más nos tienen que demostrar para que nuestros prejuicios desaparezcan?