La concesión del premio Princesa de Asturias a Nuccio Ordine cierra, en cierto modo, un círculo. En su libro «Tres coronas para un rey», el profesor y pensador italiano, experto en Giordano Bruno, ofrecía y dedicaba ese estudio a Umberto Eco y a George Steiner. Eco ya se llevó en su momento el mismo galardón, al igual que Steiner. Con este último, además, le unía una profunda y estrecha amistad y una relación de maestro y alumno. Todos los meses, durante muchos años, recibió Steiner la llamada telefónica de Ordine. Fruto de todas esas conversaciones en un libro en el que Ordine dibuja un retrato de su amigo y maestro. Un libro que espero podamos leer pronto traducido a nuestro idioma.
Entre 2018 y 2021 vimos desparecer, uno a uno, a Roger Scruton, a Harold Bloom, a José Jiménez Lozano, a Marc Fumaroli, a George Steiner. Todos ellos tenían en común esa facilidad de transmisión del conocimiento, de la pasión por la historia y por los libros; una forma de leer el mundo. Jiménez Lozano usaba una bella expresión para referirse a esos escritores especiales, únicos, que se instalan para siempre en nuestra memoria lectora y que nos dibujan con sus libros no lo que fue, sino lo que será. La palabra que Jiménez Lozano usaba para ellos es «avisadores». Pues bien: todos ellos dan el perfil claro de avisadores, como faros que iluminan la noche en la que parece que estamos instalados. Al igual que los “hombres libro” de la distopía perfilada por Ray Bradbury, pensadores de la talla de Steiner, Fumaroli o el profesor Bloom son un regalo que no deberíamos desdeñar. A esta estirpe de hombres pertenece, como aventajado alumno, Nuccio Ordine.
De dos cosas nos avisa Ordine: todo lo que sea arrinconar a las Humanidades en los planes de estudio supone condenar y condenarnos a un futuro ciertamente peligroso. Y en segundo lugar: sólo en una lectura atenta de los clásicos podremos encontrar las respuestas a las preguntas que todavía hoy no nos hemos formulado.
El paisaje que se dibuja ante nuestros ojos es, no nos engañemos, desalentador. Los bárbaros no están acampados en las lejanas fronteras, sino que habitan ya entre nosotros. Como el poema de José Carlos Llop tiulado “Tiempos modernos” (de clarísima inspiración gibboniana): “Los bárbaros están entre nosotros,/como en el poema de Cavafis. / De ellos es el desprecio, no nuestro, / que somos su objeto. Ocupan el circo, / las tribunas y algunos han llegado ya / al senado. Contemplemos / ahora, perdidos entre los brezales fríos, / las sombrías colinas y las nieblas azules, / el fin de nuestra civilización. Los ciervos, / hace tiempo que se han extinguido”. Las voces que nos avisan de esta situación son cada vez más escasas. El ruido, mientras tanto, es cada vez mayor. Es bueno premiar a pensadores como Nuccio Ordine; pero mucho mejor sería, sin duda, escuchar lo que nos tienen que decir y ponerlo ya en práctica.
Marco Antonio Torres Mazón