Luna, la primera revista cultural del exilio en España

El Centro Cultural de España en Santiago (CCESantiago), perteneciente a la red en el extranjero de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), acaba de inaugurar la exposición LUNA. Refugios de nocturnidad forzada a partir del ímprobo trabajo de edición de la inédita revista Luna del profesor Jesucristo Riquelme, afincado en Torrevieja. Luna, redactada entre 1939 y 1940, es la primera revista cultural de España en el exilio: una revista escrita en la clandestinidad, que se había convertido en una leyenda: una revista muy nombrada, pero nunca vista ni leída, hasta que Riquelme –primer director del proyectado CCE en Chile– encontró aquellas hojas olvidadas, arrinconadas y desatendidas, en un recóndito archivo de la Universidad de Chile.
Se trata de una exposición escénico-experiencial, poco convencional, que propone un recorrido de vivencias emocionales a través de espacios bélicos y literarios de las personas que crearon la revista y de su contexto. La exposición, comisariada por Fernanda Aránguiz, Ana Corbalán y Soledad García Saavedra, con la colaboración de Beatriz Lorenzo Gómez de la Serna (proyecto Trashumancias). permanecerá abierta hasta el 27 de enero de 2024.
Para la inauguración (5 de septiembre) fue invitado el investigador Jesucristo Riquelme, con una afluencia que superó las trescientas personas. El actual coordinador de la UNED en Torrevieja pronunciará la conferencia estelar de la exposición en el CCESantiago el próximo mes de noviembre. Según informa la agencia EFE (9 de septiembre), consultada la directora del CCESantiago, Paula Palicio, «la revista permaneció décadas desaparecida, pero hay dos figuras que fueron clave para sacarla del ostracismo: el diplomático chileno Germán Vergara Donoso, que guardó los 30 números cuando los republicanos abandonaron la embajada y los donó posteriormente al Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile; y el español Jesucristo Riquelme, el primer director del CCESantiago. Riquelme llegó a Chile a principios de la década de 1990 en busca de la revista, de la que había oído hablar investigando al escritor Miguel Hernández, amigo de los fundadores de Luna y quien estuvo a punto de asilarse también en la Embajada chilena, pero finalmente se echó para atrás». Así fue, en efecto. Riquelme encontró el texto original de toda la tirada de la revista –30 números, 1341 páginas, con 133 ilustraciones en color (acuarelas y guaches) de Santiago Ontañón, el escenógrafo de muchas de las obras teatrales de García Lorca en España.
Consultamos con Riquelme, actual coordinador del Aula de Torrevieja, de la UNED Elche, para que nos detalle la relevancia internacional que envuelven las vicisitudes de la revista Luna. «Cuando tuve en mis manos el único texto, en Chile, el original, de los treinta números semanales de la revista Luna, me planteé su lectura minuciosa y el estudio histórico que la había generado. Todo ello salió en un voluminoso libro de gran tamaño en la editorial EDAF (Madrid, México, Buenos Aires): un libro de 642 páginas. Con la explicación histórica, que incluye avatares jurídicos y contenidos culturales, recuperamos la historia solidaria, el comportamiento ejemplar de Chile para con España. Con la historia y las historias de Luna, se nos brinda la oportunidad de conocer las acciones y las reacciones de Chile, merecedora sin reservas del más elogioso encomio en su relación con la España de 1936, con el exilio español de 1939».

Homenaje a Chile por la ayuda humanitaria a la España de 1936 y 1939
«La de Chile –continúa Riquelme– fue la respuesta humanitaria de un país (y de sus representantes diplomáticos) con las gentes del país de territorialidad amplia envuelto en un conflicto bélico fratricida. La Embajada de Chile en Madrid aplica –más allá de los convenios internacionales (recordemos que el Convenio de Viena sobre Relaciones Diplomáticas se redacta el 18-4-1961 y se publica en el BOE el 24-1-1968)– una acogida masiva (de puertas abiertas) a modo de ‘intervencionismo humanitario’ in situ que contrasta con el vejatorio pacto internacional de no intervencionismo que dejaba el futuro de la guerra de España en manos de los militares rebeldes (con las ayudas armamentísticas, sin embargo, de la Alemania nazi y la Italia fascista). Conocida es la postura del México de Lázaro Cárdenas, con sus quejas –ante la indefensión española– en los ámbitos internacionales y su posterior recepción de los exiliados republicanos, la más generosa recepción no selectiva (esto es, no seleccionando profesiones deficitarias en el país receptor). Ante esta indefensión y los peligros de la guerra, Chile opta por actuar atendiendo a motivos humanitarios: da cobijo a más de 2000 nacionales durante los casi tres años de asedio al Madrid republicano –dio protección, comida y albergue incluso a quintacolumnistas reconocidos– y, luego, a diecisiete republicanos una vez concluido el conflicto. ¿Por qué sólo diecisiete, frente a los 2000 nacionales? De nuevo la postura fiel a las libertades y a los procedimientos democráticos de Chile lo explican: el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, el presidente chileno (desde 1938), miembro de un Frente Popular (similar al que se había formado en España) no desea reconocer legitimidad ninguna al supuesto gobierno de Franco, en España; los días que transcurren sin este reconocimiento suponen la inexistencia de inmunidad diplomática para personas, inmuebles y bienes en los locales de la (hasta entonces) sede chilena. La diligencia y el valor de los representantes chilenos impidió que allanamientos y asaltos a la embajada supusieran atentados contra vidas humanas (como lamentablemente sí ocurrió en otras sedes como la de Panamá, que tampoco reconoció la victoria de Franco en los primeros instantes)».

Un grupo de cultos noctámbulos muestra las entrañas del Madrid de Franco en 1939…
«Tan sólo ocho de los diecisiete constituyen el consejo de redacción y los colaboradores habituales de la revista Luna. Por trabajar durante las noches, el grupo pasa a autodenominarse Noctambulandia. Los noctámbulos son Pablo de la Fuente, que ejerció de coordinador-director, Santiago Ontañón, que fue el dibujante y diseñador (también con colaboraciones escritas), Antonio Aparicio, que hizo de antologista para el apartado de poesía, Eduardo Barbero, el actor, que escribió sobre crítica teatral –de lo mejor de la revista–, y Antonio de Lezama, José Campos y los hermanos Romeo, Aurelio y Julio, que se encargaron de narraciones y de reseñas de libros y revistas. El poeta Miguel Hernández había sido padrino en la boda del sevillano Antonio Aparicio».
A la pregunta de si veremos esta exposición en Torrevieja de la mano de la UNED de Elche, Riquelme responde: «Haremos todo lo posible para que esta exposición se pueda contemplar en España, como es, sin duda, el interés del propio CCESantiago, y así proponer un ejercicio de reflexión sobre la historia de nuestro país lanzando una mirada atrás hacia el futuro». Así sea.