Anotaciones de abril II: Días y leguas

El sonido de la primavera es Aaron Copland y su primavera Apalache. Desde hace algunos años me gusta poner esta obra en los primeros días de abril, como una suerte de rito personal.

Otra tradición de estos días: ver la regata Oxford/Cambridge de remo. Me estoy dando cuenta de lo mucho que me gusta, en el fondo, pautar mi vida con el ritmo constante de la tradición y el calendario. Es una forma como otra cualquiera de ordenar mis días.

La muerte del padre de un buen amigo llena mi memoria de los días pasados en Asturias, hace muchos años, en su compañía. Días en los que nos prodigó con toda suerte de atenciones y se mostró amable y natural como sólo pueden serlo las personas que son buenas de corazón.

Días de fuerte calima. Ver el mundo a través de un desagradable filtro gris, con los ojos entornados y sensación de pesadez en la cabeza.

Viendo to the Wonder entiende uno la cantidad de malas críticas de los medios “oficiales” de la calidad y la moral en el cine (y en las artes en general). ¿A quién se le ocurre, señor Malik, hacer una película sobre el amor en todas sus dimensiones, también (y sobre todo) la espiritual? Ironías al margen, es curioso la ojeriza que los popes de la crítica tienen hacia un director que ha decidido salirse definitivamente de todos los cauces comerciales del medio, comenzando por la temática trascendente de todas sus cintas. Los últimos 15 minutos de to the Wonder bien valen una misa.

Con el cambio de hora, la lenta languidez de las tardes…

Pasamos unos días en la Marina Baja. La Nucía, Altea, Polop, Calpe. Territorio mironiano y azoriniano. En Altea, y pese a la fuerte calima de estos días, es imposible no recordar algunas de las acuarelas que aquí pintó Ramón Gaya. Es cierto que algunos lugares se ven, como es lógico, engullidos por la masificación y el turismo, pero otros todavía conservan el sabor de lo auténtico. En Polop visitamos la casa museo de Gabriel Miró. De esta zona escribió en su libro Años y leguas. Aprovecho estos días para releer un bellísimo texto de Fernando Castillo titulado, precisamente, Mironiana (recogido en el libro Atlas personal, de la editorial Renacimiento). Acompaso así mi mirada con la mirada de los que ya recorrieron estos caminos, y mis palabras a las palabras que ya escribieron sobre estos hermosos paisajes. Sedimentamos así la historia, capa sobre capa.
En Calpe, a misa de domingo en la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, típico templo post conciliar que esconde, sin embargo, un tesoro: la capilla de la Comunión, del siglo XIII, en la que A. y yo rezamos y damos gracias por el regalo de unos días que ya nunca olvidaremos.