Notas de otoño I: Un rompimiento de gloria

Recibo la llamada de teléfono que me comunica que se me propone como pregonero de las Fiestas Patronales en honor a la Purísima. Es sólo un segundo lo que tardo en contestar, es verdad, pero en ese segundo late toda una vida. En ese segundo veo que A. y E. me miran (han escuchado la conversación) con caras de suma felicidad y hacen gestos de afirmación. Está mi abuela Gertrudis, enseñándome a rezar o viendo juntos la misa del domingo en la televisión, cuando ella ya no podía salir de casa. Está mi padre, claro, y su forma de mostrarme la esperanza. Está mi madre, mis hermanos, mi familia. Está mi querida suegra V., mi segunda madre. Están mis amigos, con los que he compartido tantos momentos de profunda fe en todas las parroquias de Torrevieja. Están todos los sacerdotes que, de una manera u otra, avivaron la llama de mi vela. Y está Ella, claro, la verdadera protagonista de todo y por la que todo tiene sentido. Sí, todo en un segundo. Y todo eso es lo que me empuja a decir “sí”. Son todos ellos los que también contestan. Me llegan los aplausos al otro lado del teléfono. Gracias.

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            A la mañana siguiente es cuando comienzo a tomar conciencia clara de la envergadura real de mi elección. Desde primera hora de la mañana recibo continuas muestras de felicitación. Llega un momento en el que se me hace complicado contestar a todas. I. me hace una pequeña entrevista para la radio. Vivo como en un turbión durante dos días. Cuando amanece el tercer día decido tomar algunas notas sueltas de cosas que quiero decir en el pregón. Respiro ya, tranquilo y feliz, agradecido.

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            Arvo Pärt cumple 89 años. Su música es alimento para el alma. Un milagro en estos tiempos de materialismo encontrar un artista verdadero, espiritual, de la estirpe de Tarkovski o Jiménez Lozano. Algunas de sus composiciones me ayudan a escribir.

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            Me supera el debate de la supuesta guerra televisiva entre dos presentadores “estrellas”. Late en ese falso debate la eterna división entre los españoles. Qué agonía. Mi posición es clara: ver una serie o una película o apagar la tele y leer un libro. O rezar un rato, para terminar el día.

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            Al dejar a E. y a mis sobrinos en el colegio, mientras regreso al coche, observo cómo en el cielo se produce un bellísimo “rompimiento de gloria”. Los rayos del sol atraviesan con delicadeza la pesadez de las nubes. Me quedo un buen rato mirando. En ese mirar hay una oración que no necesita palabras.

            Marco Antonio Torres Mazón